lunes, 24 de marzo de 2008

Egipto, segunda parte

La primera entrega de esta miniserie ha sido un híbrido entre las buenas emociones al recordar esos lugares (ha sido un poco como volver a estar allí) y la mala leche que me da que no me salgan las cosas como quiero. Vamos, que he tenido que editarlo trescientas mil veces (o más!!!) para que haya quedado más o menos decente (desde esta pantalla al menos, porque desde el ordenador del Costillo no queda tan chulo, pero bueno, es lo que hay!). En fin, que aún así, no desisto en mi empeño y he aquí la segunda entrega prometida.
Nos habíamos quedado en El Cairo, desde donde tomamos un avión hacia Aswan, puerta de entrada al África negra, es una ciudad enclavada en la margen derecha del Nilo. Debe su importancia a su posición en la principal ruta comercial. Esto podemos notarlo caminando por la ciudad, pues prácticamente cada puerta esconde un comercio (más o menos pintoresco).

El hotel en el que nos alojamos era muy mono y tenía la "peculiaridad" que tenías que llegar hasta allí en barca. Toda una aventura! Aquí una vista general de los jardines:



El Nilo se desbordaba cada verano, cuando las aguas procedentes de Uganda y Sudán fluían hacia el bajo Nilo. Desde la antigüedad, estas crecidas fueron las que convirtieron las tierras próximas al río en una fértil vega, ideal para la agricultura, al dejar un sedimento de nutrientes y minerales en el suelo, el limo. Sin embargo, la impredecible alternancia del nivel de las crecidas conllevaba la pérdida de cosechas enteras por anegamiento o sequía y la consiguiente hambruna en la población, por lo que se consideró necesaria la construcción de una presa que regulara el nivel de las inundaciones para proteger las tierras de labor y los campos de algodón.


Los británicos finalizaron la Presa de Assuán en 1902, formando el lago Nasser. En 1962 esta presa fue sustituida por la Presa Alta que deposita el limo en un lago artificial. Esta presa tiene 111 m. de altura, 3.5 m. de largo y 1 km. de ancho en la base.





















Cada turista (o casi) que llega hasta Aswan aprovecha la estancia para hacer un paseo en faluca, barquitas tradicionales en el Nilo, no sólo para transporte de personas sino también de mercancías. A lo largo del paseo es posible disfrutar de la vista/visita a numerosas islas, como la Elefantina. Otra es la Isla de Kitchener, que es un jardín botánico en el que se pueden contemplar las plantas del Imperio Colonial que reunió Lord Kitchener a finales del XIX. Desde allí puede verse también el Mausoleo del Aga Khan.



























Desde la faluca pudimos ver también el famoso Old Cataract, hotel que alcanzó la fama, además de por su lujo y situación, por ser escenario de Muerte en el Nilo, película basada en el libro homólogo de mi adorada Agatha Christie.















En Aswan se encontraban las canteras que abastecían a los constructores faraónicos. De ahí que existan muchas huellas de esos trabajos. Los Obeliscos son algunas de las piezas más características de esa época. Era costumbre erigirlos por parejas, uno a cada lado de la entrada principal de los templos. En sus lados se insertaba las estelas conmemorativas o eran descritas las hazañas del faraón que lo había mandado.

En la visita a las canteras, podemos observar cómo tallaban los obeliscos, aunque se desconoce cómo se extraía de la roca y se trasladaba hasta el lugar para el que se había hecho.

















Exprimiendo el tiempo al máximo, aprovechamos además para pasear por el Zoco, asistir al Museo Nubio o cenar en un restaurante de comida nubia. Todos los minutos sabían a poco, pero a costa de dormir poco y zapatear mucho nuestra estancia allí cundió lo suyo.











Continuará...

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