domingo, 29 de marzo de 2009

Tenía que pasar... y ha pasado!

En su día ya os hablé de las locuras del señor Snake. Este gato cada día nos sorprende con una nueva. Qué capacidad de inventar trastadas tiene el bicho. Cierto es que está mucho más socializado que cuando llegó a casa. Cierto también que araña menos que antes, aunque hoy no sea el mejor momento para decirlo, porque ayer por la noche me dejó fina (también es verdad, y vaya esto como defensa del felino, que sé que no le gusta que le toquen la barriga y yo, cabezona como no hay otra, dale que te pego a intentar tocársela, y claro, pasa lo que pasa).

El caso es que hoy, estando todavía en la cama, en esos momentos en los que piensas en si deberías levantarte o dejarte caer en los brazos de Morfeo otro par de horas, Snake no paraba de llorar. Este gato, tan particular como es en todo, no sabe maullar y en su lugar hace una serie de ruidos raros, raros, raros (Papuchi dixit). No todos son iguales: los hay de alegría cuando ve que mami le llena el cuenco de agua de la nevera, los hay de éxtasis cuando papi o mami abren la bolsita de comida blanda; los hay de guerra cuando Chipie o Boonie osan acercar el morro a “su” territorio y los hay lastimeros como si se le hubiera muerto la madre. Esos eran los de esta mañana. De mala leche, cagándome en la madre que lo parió, me levanté y le abrí la puerta de la terraza para que saliera a vigilar palomas. Todavía no había puesto el culo en la cama de nuevo cuando oigo que el Costillo viene corriendo y me dice: “le has dejado salir a Snake?”. Y yo, “pues sí, que estaba de un pesadiiiiiiito”. “Pero no!!!!”. Y yo, todavía medio adormilada, pensando a este tío se le ha ido definitivamente la olla, ha perdido el norte o está pensando en ir a buscar a la madre de Marco. Qué coño le pasa ahora?? Y entonces me suelta: “Es que... ha matado a un pájaro”. Y yo, “quééééééééé?”.

El Costillo, mientras yo asimilaba la noticia, salió a recoger al pobre pajarín (que me negué a ver). Después me contó la historia. Este hombre se levanta escandalosamente temprano siempre (también los domingos), y Snake puede estar en la calle 24 horas al día, así que lo primero que hace cuando ve que alguien se ha levantado es pedir que le abran la puerta para ir a hacer alguna de las suyas. Tuvo suerte y, como hoy por fin no llovía, el Costillo le dejó salir muy temprano. Pasó el tiempo, el gato en la terraza, el Costillo en el ordenador, y Boo, Chipie y yo durmiendo el sueño de los justos. Al cabo de un rato el Costillo fue a la cocina para prepararse un segundo café, cuando vio que en la puerta estaba Snake, esperando para entrar, pero con “algo” en la boca. Cuando se acercó para mirar casi cae de culo, porque lo que este gilipichibirichi traía entre sus pedazo colmillos no era otra cosa que un pobre pajarillo (que mira, si al menos hubiera sido una de esas palomacas asquerosas que requetecontraodio, tira que te vas, pero un pobre pajarín, que no hace daño a nadie, snif). El Costillo flipando y Snake ahí, todo plantado, orgulloso de su cacería y, supongo, ofreciéndole un presente (será por lo que traga, que vamos a tener que prostituirnos para pagar su comida). Intentó ver si estaba vivo (como ocurrió la otra vez), pero hoy no ha habido tanta suerte y el pobre animalillo había pasado a mejor vida.

Sufur me decía en aquella ocasión “Sé que no debería decir esto, porque eres defensora de toda la vida y esas cosas, pero... ¡bien por Snake! Al fin y al cabo, es un cazador, y hoy ha debido sentirse genial por un tiempo. (...)”, aunque nadie lo diría, más ahora que lleva cerca de dos horas espatarrado en la cama con cara de no haber roto un plato en su vida. El caso es que su comportamiento, esos ojos de asesino sediento de sangre que pone a veces, y el haber leído últimamente algún artículo de Charles Manson me están haciendo pensar que quizá deba ponerle un apellido (Manson, para más señas) al sanguinario que tengo por animal de compañía.

sábado, 21 de marzo de 2009

A vueltas con la vida

No puedo dormir. Y no me sirve de consuelo saber que el treinta por ciento de los españoles tienen problemas para conciliar el sueño. Y es que no dormir, o dormir teniendo miles de pesadillas, me pone de un humor de mil demonios (no me aguanto ni yo sola). Hoy me he despertado a las 4.26 de la madrugada y después de dar más vueltas que una peonza en la cama decidí levantarme y ponerme a hacer algo de provecho (leer la prensa, pasearme por vuestros blogs y fumar como una carretera).


De repaso por los blogs andaba cuando, visitando el blog de la Doctora, No soy Patricia Conde, me llevé la alegría de saber que me ha dado un premio! Y no es de esos en los que haya que seguir unas reglas ni hacer un meme ni farrapos de gaita. Dice la Doctora que: "Quisiera para seguir la cadena regalárselo a Bira, a quien debí darle un premio hace mucho. Cuando Bira descubrió "No soy Patricia Conde" inició una maratón de lectura empezando el blog desde el principio, leyendo y comentando en las entradas atrasadas con una devoción sorprendente. Gracias Bira."


Cierto es que a veces me pego unos atracones de post que no son ni medio normales (me consta), pero me ha pasado ya con varios blogs que cuando llego a ellos no puedo evitar el empezar desde el principio y leérmelo todo. El de la Doctora fue uno de ellos. Tiene una chispa, una imaginación y una forma de contar las cosas que me descojona viva. Vamos, que seguiré leyendo su blog mientras ella tenga intención de seguir publicando post. Gracias a ti, reina, por el premio y, sobre todo, por la cantidad incalculable de risas que me has hecho pasar... y por las que vendrán!!

miércoles, 18 de marzo de 2009

CLUB DE LA EXCELENCIA PLATEADA: La niña bonita!!

Mi niño Iago no para de darme alegrías. Una tras otra. No sé exactamente qué nexo es el que nos une, pero puedo decir que a pesar de las mil cosas que nos diferencian cada día le siento más cerca, más Amigo, de los de mayúscula. Quizás sea porque siempre saca tiempo para esos pequeños detalles que personas más cercanas no tienen (y yo me fijo mucho en los pequeños detalles, porque en ellos se encierra la esencia de las personas) o porque es un mamarracho encantador, qué sé yo.


Uno de los últimos regalos que he recibido de manos del filósofo plateado ha sido el inigualable, incomparable e inmensurable Carnet que me acredita como miembro del Club de la Excelencia Plateada. Algún envidioso habrá que diga que eso lo puede tener cualquiera, que basta con pedírselo a Iago. Y no estará faltando a la verdad, pero MI CARNET es el número 15, la niña bonita. Ahí es ná. Así que ahora nadie me quita lo bailao!




Manifiesto Plateado


1. Veo el mundo con una óptica plateada. Si no es oro todo lo que reluce, al menos será plateado, ¿o no?
Puede existir algún fucsia o aún más, algún rojo-putón-verbenero o verde-maricón-salvaje, pero su parecido con la realidad será mera coincidencia.

2. Poseo unas zapas plateadas o me comprometo a mercar unas cuando pueda (en caso contrario Thiago me dejará dar una vuelta en las suyas).
He decidido volar dando unas vueltas con las de Iago, que seguro me sirven de alfombra voladora!
3. Acepto enlazar mi blog con El Blog de Thiago, con fuerza argentífica y relacionarme con todo el mundo desde del Mar del Norte hasta el Rio de la Plata cantando la excelencias de una visión plateada del mundo, sin malos rollos ni falsos oropeles.

Ambos blogs están unidos y enlazados desde mis principios en este mundo bloguero. No concibo la existencia en la blogosfera si no está Iago. Más claro no lo puedo decir.

4. Peregrinar al menos una vez en la vida por la Ruta de la Plata, platicando con todos los paisanos que salgan a tu encuentro, hasta llegar al santuario de nuestro guía espiritual plateado, nuestro admirado Feliciano Teixeiro, ese tubérculo.

Algunas partes las tengo ya hechas, y las otras las reservo para cuando mi intelecto sea merecedor de ellas. Hablaré con todos los paisanos y con los gatos, que también tienen derecho.

5. Solicitar, conservar y publicar mi carnet de socio y no venderlo jamás por unas monedas de oro.
Solicitado, conservado y publicado estará mi carnet. Si lo pierdo será culpa de blogger, que yo nunca tengo la culpa de nada. Y en cuanto a la venta, ni por unas cuantas monedas ni por un saco de oro. Este carnet número 15 es míoooo, sólo míooooooo.

Te quiero miles, roulo!

lunes, 16 de marzo de 2009

Quisiera

Siempre ha habido personas que viven más metidas en sus sueños que en el mundo real. Quizás porque éste es cada vez más insufrible, quizás porque soñar resulta casi siempre bastante más grato que ver la mierda que tenemos alrededor, porque en nuestros sueños hay paz, no hay dolor, ni muerte, ni propios ni ajenos. Los problemas, si existen, se resuelven en un suspiro y todos tan felices. Para algo son nuestros sueños, no? Soy una de esas personas. Desde siempre, aunque se ha agudizado mucho más en los últimos años, he tenido un mundito interior que me da más satisfacciones que lo que me rodea. En él se encierran todos los “quisiera” que mi cabecita loca desea. No son muchos, aunque algunos se me antojan imposibles... hasta en ese mundo “irreal”. No son mis “Quisiera” cosas materiales (aunque a ningún tonto le amarga un dulce), son más bien esas cosillas que te hacen sentir feliz y que se te ponga en la cara esa sonrisa idiota de la que hablaba Sabina: un mundo sin guerras, sin hambre, sin sufrimiento, sin injusticias, sin maltrato, sin violencia... y en el ámbito personal, salud para los que quiero y la mía propia, amor a raudales y amistades que no se rompan por un quítame de aquí estas pajas. Pero como decía algún personaje de cuyo nombre no quiero acordarme “Pues aún lo imposible pido, aún lo imposible no me dan”.

Los quisiera de “mi” Benito Kamelas (que todavía no ha dejado de sorprenderme) tampoco están mal, así que os dejo con ellos.


Quisiera ser amapola
y dar color al paisaje
y crecer en cualquier campo
sin pedir permiso a nadie.

Quisiera ser eucalipto
“pa” dar fragancia al viajante
y crecer cerca de un río
“pa” poder alimentarme.

Quisera ser golondrina
“pa” no pisar más el suelo
y volar donde me plazca
sin que controlen mi vuelo.

Quisiera ser la montaña,
quisiera ser riachuelo
y correr por las colinas
como la lluvia en el cielo.

Quisiera
que borraran las fronteras,
que no existieran banderas
y vivir por fin
en libertad.

Quisiera
que se acabaran las guerras
que ningún niño muriera
por hambre,
por sida
o por soledad.

Quisiera cerrar los ojos,
cerrar los ojos quisiera,
para no ver tanto escombro
y tanto despojo humano
como hay en realidad.

Quisiera que esto acabara
y mis hijos contemplaran
como el sol cada mañana
sale brillando del mar...

...Quisiera ponerme a volar.

Quisiera vivir en un mundo en paz
sin miedo a que arruinen nuestra libertad,
donde no mueran más niños
y todos seamos igual...

Quisiera vivir,
quisiera reir,
quisiera volar,
quisiera sentir,
quisiera soñar,
quisiera bailar,
quisiera ser feliz ...





Imagen "cedida" por sangoogle.

domingo, 15 de marzo de 2009

Puta crisis

Estoy hasta las amigdalillas (que ya no tengo, pues fui traumáticamente operada de ellas hace una eternidad) de oír hablar de la crisis. No importa qué periódico leas, qué canal de televisión veas... en todos hablarán en algún momento (con más frecuencia de la deseada, eso sí) de la puta crisis. A mí es que me sale ya por las orejas. El caso es que, abducido como estás por la crisis, por la idea de la catástrofe mundial que se avecina, por todas esas paranoias, sales a airearte un poco (al fin y al cabo, pasear todavía es gratis, no?) y ves las calles repletas de gente, los comercios llenos como siempre, o más, los cines llenos, los estadios deportivos llenos, los supermercados vendiendo como si se fuera a terminar el mundo... y te preguntas, pero dónde está la crisis?




Ayer a las diez de la mañana ponían a la venta las entradas para el concierto que darán los U2 en el Amsterdam Arena el día 20 de julio. Al Costillo se le antojó ir y tengo la estúpida costumbre de no negarle los caprichos (yo ya les he visto, en un concierto inolvidable del Zootv, en el que pillé una mojadura que creo todavía me produce reuma los días en que la humedad es alta... algo que en este país sucede trescientos sesenta y cinco días al año). A las diez en punto, intentó entrar a la página para adquirir las entradas. Colas, colas kilométricas. Eso sí, políticamente correctas, y compuestas por personas de todas las razas habidas y por haber. Cerrar ventana, volver a entrar, lo mismo. En un momento dado esa cola iba avanzando y te marcaban, con una cuenta atrás que conseguía sacarte de las casillas, los segundos que faltaban para que llegase tu turno (representado simbólicamente por una diabólica criatura de pelos azules que me ponía de los cohetes a la que no pude captar por no saber hacer capturas de páginas y aunque intenté hacerlo con la cámara de fotos, el resultado fue tan malo que me niego a ponerla aquí). Cuando el relojito se ponía a cero: clicar otra vez para volver a empezar la cuenta atrás. Si los planetas se aliaban de forma correcta y tenías suerte, conseguías pasar esa segunda prueba y veías, ahí justito al alcance de la mano, las diferentes modalidades de entrada, los precios y demás. Ok. Seleccionas las que quieres, la cantidad y al carrito! Pero horror!!! Una vez llegado a ese punto, otra vez la imagen de la cola tremenda. Y así una y otra y otra y otra vez hasta el infinito y más allá.

Decidí ponerme en el otro ordenador, y así, a cuatro manos y ocho ojos quizás fuese más sencillo. A las 10.49, habiendo entrado mil veces en la página en cuestión y sin haber conseguido las entradas, anunciaron un concierto extra, para el día 21. Bueno, en teoría tendría que ser más fácil conseguir las entradas ahora, no? Pues no!! Eran casi las doce cuando por fin!!! el Costilló me anunció que tenía las entradas. Yo había desistido hacía un rato y es que la paciencia no ha sido nunca una de mis virtudes.

Avalaaaaaaaaaaaaaaanchaaaaaaaa

La dejadez, la vagancia, la pereza y que tengo la cabeza ocupada en otras cosas me ha impedido subir los últimos premios recibidos. Merecidos o no, esa es otra historia. No sé si publicar un post por siglo (como vengo haciendo últimamente) es merecedor de algo que no sea pena, pero bueno, personas generosas ha habido siempre y a mí mi Mamá me ha inculcado desde bien pequeña que es de biennacidos ser agradecidos. Así que allá van!

ACLARACIÓN.- Vivian, del blog, Confesiones De-mentes, había escrito lo que yo entendí un hilarante post (un poco loco como todos los suyos) en el que ponía "finos" a los premios que unos y otros nos concedemos por internet. Tras sus comentarios he vuelto a leer el post y sigo entendiendo lo mismo: que el "creador" de algunos premios tiene intenciones comerciales, que pueden ser nocivos. Vale. Rectificado queda el malentendido y suprimidos los no premios. De todos modos, sigo sin comprender exactamente qué es lo que sucede. Cuando alguien me ha otorgado un premio he puesto la imagen con el link de la persona que me lo ha concedido, no con la de su creador (aunque a veces, las menos por desgracia, ambos coinciden). En fin, que parece que los premios, como las armas, los carga el diablo.
El resto del post original continuaba así:

Por otro lado, de manos de Kuoremio me llegó un mensaje avisándome de que tenía algo para mí en su blog. No lo leí hasta un par de días después, así que no me queda muy claro cuál es el regalo. Como estoy chulesca (ya lo he advertido), he cogido, de los dos últimos post, los premios que más me han gustado, porque yo lo valgo! El loro pirata me ha encantado, aunque a los piratas, por razones que no vienen a cuento les tengo una manía que no puedo con ellos. Y estos dos quiero pasárselos a mi Iago, porque creo que no los tiene y sé que le encantarán. La razón es una vez más que soy yonqui de su blog, pero además que tengo muchas cosas que agradecerle (y ya sabemos lo del biennacido, no? pues eso).
El del corazón, además, quiero pasárselo a mi adorado Carlos, para que pronto le llegue uno de verdad que le llene de salud y le dure muchíiiiiiisimos años.
Gracias a quienes me premian, a quienes venís por aquí aunque sea por despiste y a todos los que con vuestros comentarios me haceis creer (aunque sea poquito) en la bondad del ser humano.

martes, 10 de marzo de 2009

Todo tiene su fin

Tras un día agotador, recorriendo los lugares dignos de ver en Mombasa, llegaron otros en los que lo único que hicimos fue disfrutar del sol y de la playa, de las fantásticas comidas en los restaurantes del resort y las alucinantes cenas de Dorkas. Los diecisiete días previos nos dejaron realmente agotados, fueron tantas las sensaciones que vivimos que necesitábamos un kitkat y el Pinewood resultó el lugar ideal para tenerlo. A pesar de seguir madrugando cada día, aunque menos que cuando salíamos de game drive, porque el Costillo es de los que piensan que levantarse a las siete no es madrugar. Desayunar como reyes disfrutando de la compañía de Ginger, o partiéndonos de risa con sus intentos frustrados de cazar algún pajarillo, que ya estábamos viendo cuándo un día caía al agua. Tomarnos cafetines en alguna de las terrazas del resort, aunque solíamos elegir siempre la misma, una que estaba rodeada de una especie de lago en la que cientos de pajarillos se dedicaban hora tras hora a construir sus casitas. Qué arquitectos están hechos! Era un gustazo verles buscar el material que más tarde formaría parte de su hogar. Las filigranas que hacían para colocar la ramita en el sitio justo y lo precioso del resultado. Me quedé con ganas de traerme alguna bolita para el árbol de navidad, pero claro, tampoco era plan dejar sin vivienda a trabajadores tan esforzados como ellos.



























Mientras nosotros nos dedicábamos a admirar su laboriosidad y a hacerles fotos, Ginger se relamía los bigotes y asumaba su cabecita por la barandilla, intentando alcanzar con sus garras a alguno de los “obreros”. Afortunadamente no lo consiguió! En el centro del agua había una gran tinaja de terracota en la que, según pudimos observar, los camareros del hotel colocaban comida para los pajarillos (sería para ahorrarles el trabajo de buscarla, que ya tenían bastante con las construir sus casitas). Pero nos preguntábamos una y otra vez cómo harían llegar la comida hasta allí, pues era inaccesible desde cualquier orilla. Una mañana un camarero despejó el misterio: se colocaba en la barandilla y desde allí, uno a uno, iba lanzando los trozos de pan... y así hasta vaciar un saco! No todos caían en la tinaja, pero su puntería nos dejó alucinados, pues pocos tiros falló. También comprendimos el porqué estaba en el medio del agua: ni monos ni gatos podían acceder a esas viandas, que eran exclusivamente para los pájaros.














El mayor problema que tuvimos esos días era decidir si nos tirábamos a la bartola en las tumbonas de la piscina o en las de la playa. Eso es vida y lo demás cuentos! En la playa estaban los temidos beach boys. Que al contrario de lo que pueda parecer, son hombres la mar de tranquilos, aunque un pelín pesados, todo hay que decirlo, que se dedican a interrumpir tus paseos para intentar venderte lo que sea. Un grupo de ellos incluso tenían su taller sobre la arena y al final decidimos que ellos también tienen que comer, así que nos fuimos hasta allí y les encargamos unos llaveritos de ébano, con las figuras de diferentes animales y el nombre de los destinatarios. Un souvenir original y personalizado que llevaríamos para algunas de las personas importantes de nuestras vidas. También aprovechamos para terminar de leer los libros que habíamos llevado y otros que tenían en la biblioteca del hotel. Comer como cerdines y esperar a la hora de la cena como el que espera alcanzar la gloria. Amén.

Dorkas nos sorprendió cada día con sus platos, con su ternura. Día a día fuimos conociendo algo de su historia. Estaba casada y tenía tres hijos, más otros dos o tres, ya no recuerdo, de una de sus hermanas, de los que se hacía cargo ella pues su hermana había fallecido. Cuando preparamos el viaje decidimos comprar mucha ropa con la idea de usarla esos días y después dejarla allí, dársela a alguien que pudiera aprovecharla. Dorkas nos pareció la persona ideal. Y no nos equivocamos. Habíamos enviado todo a la lavandería y cuando llegó, tras preparar las bolsas con la ropa de hombre y de mujer, cepillos de dientes (nuevos, of course) y otros productos que no habíamos utilizado o cuyos botes estaban prácticamente completos, le dijimos que aquello era para ella, para sus hijos, para sus sobrinos. No sabía qué decir la pobre. Las lágrimas amenazaban con inundar sus ojos... y los nuestros. Nos pidió un favor más: deberíamos hacer una lista de todas las cosas que le habíamos dado, porque si el vigilante la veía salir con esas cosas, podría tener un problema. Nos pareció indignante, así que el Costillo se puso manos a la obra e hizo una lista completa y descriptiva del contenido de las bolsas, señalando además su nombre, el número de habitación y dejando bien claro que él le había dado esas cosas a Dorkas. Cuando le dio el papel a Dorkas le dijo que si había algún problema no dudase en hacernos llamar, y que nosotros iríamos a hablar con el vigilante para aclarar cualquier duda. Nos contó que aunque los visitantes suelen dejar alguna propina, no suelen regalar otras cosas, y nos volvió a dar mil veces las gracias. Cuando le dimos la propina, sus ojos volvieron a llenarse de lágrimas. Nosotros sólo fuimos capaces de darle las gracias por lo bien que nos había tratado, por lo rico que estaba todo, y decirle que si alguna vez volvíamos queríamos que fuese ella nuestra cocinera!!


Aparte de degustar batidos riquísimos en el bar de la piscina y de tomar el sol como lagartos, el Costillo todavía guardaba una sorpresa para mí: un masaje en el spa que me dejó como nueva y me hizo sentir como una reina, rodeada de flores y aceites, de olores superagradables y de unas manos expertas que masajearon mi cuerpo desde el pelo hasta la punta del pie. Todavía me estremezco de gusto, oiga! Tras las cenas solíamos acudir al bar de la playa, para tomarnos unos copazos y disfrutar del sonido del mar o de las canciones keniatas (para turistas, añado), que conseguían meterse en tu cabeza como una cantinela sin fin. Y las tardes, tras la ducha y a la espera de la cena, las dedicábamos a reirnos con los monos que venían hasta nuestro jardín. Qué panda de mamarrachos!! Nos habían advertido de que cerrásemos bien las puertas, pues en cuanto ven una abierta intentan entrar para llevarse lo primero que les llame la atención. Pudimos comprobarlo por nosotros mismos. Sin el menor reparo, en cuanto veían que la puerta estaba un centímetro abierta, allá que se iban. Afortunadamente ni consiguieron entrar ni se llevaron nada, pero nos proporcionaron unas buenas carcajadas. Al principio eran muy tímidos y no se acercaban. Nos observaban desde el gran árbol que estaba en medio del jardín y saltaban de un lado a otro como si estuvieran poseídos por Belcebú. Entonces recordé que en el fondo de alguna de las maletas había una lata de pringles. Fui a por ellas y empecé a colocarlas sobre la mesa. Ellos no apartaban sus ojitos de mí y el Costillo, que una vez tuvo un mono y sabe de lo que son capaces, me decía que dejase de hacer el garrulo que me iban a dar un mordisco que me iban a dejar tiesa. Como casi siempre, no le hice caso, y seguí a lo mío. Él a una cierta distancia (dicen que el gato escaldado del agua fría escapa, no?), eso sí, cámara en mano. Y los monitos que venían a por las patatas con un descaro alucinante. Primero cogían una y corrían a comérsela lejos de mi alcance (pensarían que yo iba a tocarlos, ilusos!!), pero después el más listo de todos nos dejó con la boca abierta, porque llegó a la mesa, se sentó encima y empezó a comerse las patatas una por una, eso sí, sin quitarnos los ojos de encima. Las mamás mono deben educar muy bien a sus hijos, porque cada una que cogía primero la limpiaba muy requetebien por ambos lados y después se la comía. De verdad que nos hicimos unas risas tremendas.























(he intentado subir un vídeo de los monitos, pero blogger está perruno y no me deja)


Pero todo tiene su fin y llegó el día en que debíamos regresar a Amsterdam. Los de la agencia vinieron a buscarnos al hotel y nos llevaron hasta el aeropuerto de Mombasa. Desde allí volaríamos hasta Nairobi y desde allí a Schipol. El aeropuerto de Mombasa es pequeño y para poder fumar tienes que andar algo así como kilómetro y medio (fuera del edificio, claro). El de Nairobi es caótico total y las tiendas nos recordaron más a los zocos que a las que se suelen ver en estos lugares. Hicimos las últimas compras de última hora (tabaco, botellica de amarula y alguna cosilla más) y nos preparamos para un largo viaje que nos llevaría de vuelta a casa. Eso sí, no sin antes prometernos que algún día volveríamos!!


NOTA.- Termina aquí el relato de nuestra aventura africana. Le doy las gracias al Costillo por haberme regalado una experiencia inolvidable y por dejarme usar sus fotos para acompañar mis relatos. Al cielo por no tener que interrumpir el viaje (que no las tenía yo todas conmigo), a mi Hermanísimo y mi Cuñá por estar siempre atentos a mis Papis, a cada una de las personas que hicieron posible esta aventura (sí, incluido William). También quiero agradecer a todos y cada uno de los que por aquí habéis pasado vuestra presencia, vuestra paciencia y los comentarios que habeis hecho a un viaje que más bien parecía la historia interminable. Espero que, al menos en alguna ocasión, hayáis podido disfrutar tanto del viaje como lo hicimos nosotros. Gracias!!

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domingo, 8 de marzo de 2009

HALLER PARK. Jueves 25 septiembre 2008. Mombasa IV.

La última parada del día nos condujo hasta el Haller Park. Quizás Kombo intuyó nuestra añoranza a las bestias que nos habían acompañado en nuestro viaje, y dejó esto para el final. El Haller Park no es otra cosa que un lugar inmenso donde viven en semilibertad muchísimos animales que no han tenido demasiada suerte en la vida. Los terrenos pertenecen a una antigua cementera (se llaman así las fábricas de cemento?), que un buen día decidió destinarlos a refugio de animales, un lugar donde poder vivir casi casi en libertad, con la ventaja de tener veterinarios que les cuiden y comida diaria sin tener que andar buscándola. No me gustan los zoológicos, no soporto ver a los animales encerrados, pero lugares como este, o como Cabarcenos, allá en Cantabria, no me disgustan del todo. Es más, aquí disfrutamos como niños viendo las traperías que son capaces de hacer los monos por robar, o las poses fantásticas y tremendamente sensuales que adoptan las coronadas y mil otras cosas más. Pero vayamos por partes. Llegamos al lugar y lo primero que vimos fue una inmensa roca... que se movía! Acojonaditos perdidos no le quitamos la vista de encima. No sabíamos si estábamos viendo visiones, o la falta de siesta tras la mariscada nos hacía sufrir alucinaciones. Concentramos nuestra vista en el objeto en cuestión y entonces fue cuando descubrimos que no era un objeto, sino una tortuga inmensa, la más grande que he visto en mi vida. Empezamos bien!!

Mientras Kombo se encargaba del tema de las entradas, nosotros nos dedicamos a disfrutar del lugar. Con el calor que estaba haciendo se agradecía inmensamente la sombra de los inmensos árboles que enmarcaban la entrada... aunque nuestra mirada volvía una y otra vez a la tortuga. Nos había dejado sin palabras!! Cargados de ilusión como si fuésemos dos niños entramos por fin el parque y la primera visita se la hicimos a las jirafas. Igual que habíamos hecho en Nairobi, estuvimos dándoles de comer a las jirafas, aunque aquí se unía otra atracción al espectáculo, ya de por sí tremendamente divertido. El lugar está lleno de monos. Hay monos por todas partes. Y los monos, por si ustedes no lo saben, son un poco “ladronzuelos”. Sin pizca de vergüenza se dedicaban a ir cogiendo toda la comida que “se nos caía” para llenar su boca hasta límites imposibles. Una vez con la bocaza bien llena salían de allí como alma que lleva el diablo. Se subían a un árbol, se comían las reservas y bajaban a por más! Qué tíos!!

























Un cartel, un poquito más allá, te advertía o te pedía, que no te sentases en las tortugas. La advertencia puede parecer sin sentido, pero claro, si te confundes y piensas que es una roca... Allí dentro había otros cuatro o cinco ejemplares de esas tortugas inmensas que todavía recuerdo con la boca abierta. El lugar está muy cuidado, muy verde, y aquí y allá hay casitas con hermosos tejados de paja. A los pies de las escaleras de acceso, y como el que no quiere la cosa, descansan inmensos fósiles, casi del tamaño de las tortugas. En este continente nada es pequeño, nada te deja indiferente. Kombo me anima a acercarme a las tortugas. Se agacha y empieza a acariciar a una de ellas en la parte inferior del cuello, como haría yo con Boonie (claro que Boo es un solete y no me hace nada, pero quién sabe qué intenciones tendrán estos mastodontes?). Me da un poco de cosilla, pero al final me animo. No creo que vaya a tener muchas más posibilidades de hacerlo, así que me lanzo y empiezo a acariciarle el cuello, como haría con mi peque. Y parece que le gusta, porque cuando paro empieza a seguirme. Es muy rugoso y, con la imaginación que tengo, me da la sensación de estar acariciando un dinosaurio o algún ser de hace millones de años.













Seguimos caminando y llegamos al foso de los cocodrilos, inmensos, terroríficos, con una mirada que hiela la sangre y unos dientes que prefieres observar desde la distancia. Por nada del mundo quisiera encontrarme con uno a menos de cinco metros. Son inmensos y hay muchísimos. Algunos están en el agua (son los que más miedo me dan) otros descansan en tierra firma, aunque estos animales no deben ser tranquilos ni siquiera mientras duermen.























Monos y más monos van apareciendo por el camino. Hacen el paseo agradable y lucen con descaro todos sus atributos, mostrando poderío, porque ellos lo valen, sí señor. El paisaje en algunos lugares parece de cuento de hadas y te hace sentir que esos animales realmente no viven mal, a pesar de no tener la libertad que sería deseable. Me hacen pensar en la leona herida, de la que nadie se hizo cargo y llego a la conclusión de que a veces el estado del bienestar requiere ciertos sacrificios. Nos encontramos con otro ejemplar del “lagarto bicolor” y el Costillo consigue hacerle una foto que me encanta. También notamos otras “presencias”, otros reptiles de gran tamaño que parecen habitar el lado oscuro y vivir en las tinieblas. Mejor no encontrarse de frente con ellos, que a mí esta clase de bichejos me pone los pelos como escarpios.






















Llegamos a un lago lleno de animales: pájaros, búfalos, coronadas, monos y más monos. Algunos trabajadores están llevándoles la comida y nos entretenemos mirando sus reacciones, su apetito, sus maneras. Y así nos encontramos de frente con un hipopótamo inmenso. Es la hora de la comida y sale del agua a esperar las viandas. Kilos y kilos de comida, y el hipopótamo a su ritmo, pero cientos de pájaros intentan llevarse también su parte. Y lo consiguen a pesar de los monos, que también tienen aquí buenas víctimas a las que saquear. El descojone se generaliza cuando ya no son uno o dos monitos los que roban la comida, sino cuando son decenas y todos actuando como los chiquillos de Oliver Twist, sableando aquí y allá, llenando su boquita como si fuera una bolsa tamaño xxl y saliendo disparados a disfrutarla en un lugar tranquilo, donde nadie se la pueda quitar. Una vez terminada, a la carga y a por más! Parece que no se sacian con nada.
















Salimos del parque con la sonrisa en la cara. Hemos disfrutado muchísimo de nuestra estancia allí. Ha sido fantástico volver a ver de cerca a los animales, a los que estábamos echando de menos. Salimos de nuevo a la civilización, la luz ya casi se ha ido y los mercados y puestos ambulantes inundan hasta el último rincón. Hay gente por todas partes, parece una fiesta!! El día ha sido agotador y estamos cansados como perros. Claro que no hay nada que una buena ducha y la espléndida cena que Dorkas nos ha preparado no puedan arreglar. Tras la cena nos vamos al bar de la playa a tomar unos combinados. Disfrutamos de la música, del ronroneo de las olas y nos vamos a la cama pensando que mañana ya habrá tiempo para descansar!


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Día diez, aquí.
Día once, aquí y aquí.
Día doce, aquí.
Día trece, aquí y aquí.
Día catorce, aquí , aquí , aquí y aquí.
Día quince, aquí.
Día dieciseis, aquí.
Día diecisiete, aquí, aquí y aquí.