Sint Maarten, Saint Martin o San Martín es una isla sita en el Mar Caribe, a unos 240 kms. de Puerto Rico y que tiene, entre otras, la peculiaridad de ser holandesa y francesa, aunque también fue española e inglesa.
Se caracteriza por largas playas de arenas blancas en las que reinan sus resinosas palmeras, así como una frondosa vegetación, fruto sin duda de las numerosas lluvias que riegan la isla. Fueron famosas también sus salinas, el oro blanco de la colonización. Los Arawaks llamaban a St. Maarten “Sualouiga”, “tierra de sal”. A mí, particularmente, lo que más me llamó la atención fue el color increible de sus aguas: puedes sentarte en la arena y lanzar una mirada al horizonte. Verás cómo se mezclan cientos de azules con verdes infinitos, para venir a morir a la playa en forma de espuma blanca. Hay ciertas cosas que no tienen precio.
Sus más de treinta playas, algunas muy tranquilas y otras con grandes olas, de arena blanca y aguas cristalinas, de esas de ensueño que parecen existir sólo en las películas te transportan a otra galaxia, o como mínimo, a un universo paralelo en el que todos los sentidos se centran en una cosa: disfrutar!!. Otro punto a su favor es que no están masivamente llenas de gente, sino que puedes disponer de tu propio espacio sin correr el peligro de que el bigote del señor de al lado te saque de tu siesta. En varias de ellas es posible, además, encontrarse con algo así como nuestros chiringuitos donde la carne a la parrilla está deliciosa. Cabe destacar, por no enumerarlas todas, Mullet bay, la Plage de gran Case (holandesa y francesa respectivamente. En la primera fue donde nos casamos, pero esa historia da para llenar otro blog…) o la Orient Bay, por albergar uno de los clubes nudistas más famosos del Caribe.
En cuanto a la población, decir que es amasijo de nacionalidades (más de ochenta), que conviven en esta isla de menos de 100 kms cuadrados, entendiéndose (o intentándolo) en once idiomas.
Como la isla vive básicamente del turismo, hay cientos de restaurantes, hoteles y casinos (el más grande y famoso es el Royale, del hotel Sonesta Maho Beach, en cuyas instalaciones se puede disfrutar de bandas en vivo, espectáculos de baile, acrobacia y canto), para todos los gustos y para casi todos los bolsillos. Desde la hindú a la comida más sofisticada en sitios chic como Bajatzu, pasando por el mejor sushi que he comido en mi vida, la variedad gastronómica parece no tener fin. Confieso que no soy nada amiga de las apuestas (menos con dinero de por medio), pero la verdad es que nos hicimos unas buenas risas jugando en el casino... lleno a rebosar de americanos ansiosos por ganar (ilusos!) unos cuántos dólares.
No faltaron los mejores manjares ni las inevitables piña colada y margarita. Eso sí, de las mejores que he tomado en mi vida. Entre muchos de los sitios en los que estuvimos, uno que nos encantó fue el Jimbos Café, por su decoración, por sus margaritas, su comida, porque puedes estar metido en la piscina y apoyado en la barra del bar, por sus deliciosas jarritas mejicanas (lástima de bolso grande!!!). Y mención aparte merece el Calmos Cafe, en Grand Case, un lugar entrañable, con buena música y muy buen servicio, situado en la playa en el que puedes darte el gustazo de comer sus deliciosos platos mientras tus pies descalzos juegan con la arena y el mar te pone una banda sonora inmejorable. Allí "celebramos" la cena de nuestra boda.
También en cuanto al entretenimiento la oferta es muy variada y va más allá de arenas blancas y mar azul intenso. Desde submarinismo a visitas culturales (pues son numerosos los artistas que residen en la isla), pasando por diferentes excursiones o rutas de lo más recomendables (una de ellas, a una antigua plantación de azúcar, en la parte francesa, donde podemos observar maquinaria antigua, su forma de vida y diferentes procesos de elaboración de productos tan típicos como el ron (además de probar los ricos "néctares" que hacían de paracetamol a los antiguos piratas del Caribe, así como realizar compras de diversos artículos. Su web), así como diferentes spas, campos de golf, y todas esas cosas que hemos inventado para hacernos la vida más confortable. El paraíso vacacional, vamos.
Visitas obligadas son Marigot (capital francesa) llena de colores y contrastes: elegantes tiendas de las mejores marcas (como las del West Indies) comparten territorio con ferias artesanales, mercados al modo que aquí conocemos, así como puestos con frutas, salsas, infinidad de productos. También allí podemos subir hasta el Fuerte St. Louis, que además constituye un mirador maravilloso; o Philipsburg (capital holandesa), que destaca por su enorme boulevard, al que llegan muchos cruceros para que los turistas puedan hacer sus compras libres de impuestos.
Cabe destacar también que vayas donde vayas siempre estás viendo agua y, junto a ella, como no podía ser de otra manera, yates interminables de un podería que no deja de asombrarte y que no te cansas de observar... y desear!
Las compras van ligadas indefectiblemente a St. Maarten, desde las joyas más lujosas, los mejores accesorios, bolsas, ropas, las marcas más caras y famosas del mercado hasta tabacos (incluidos los cigarros cubanos) o licores, pasando por toda una gama variadísima de productos locales (como salsas picantes, bebidas, etc). También conviene visitar los mercados de Philipsburg y Marigot, donde el colorido resulta espectacular.
En cuanto a la vida noctura, es sin duda más marchosa en el lado holandés. Sitios como el Cheris Cafe, con su música en vivo y con los componentes del grupo dispuestos a darte lo mejor de sí, hacen que dejes la vergüenza aparte y te rías hasta de tu sombra. Aún así, no puedes dejar de ir un martes a Marigot, para cenar en un Lolo (locales en plena calle, con barbacoas, repletas de jugosas carnes) mientras escuchas música en vivo. El ambiente es total y la comida muy buena. Los puestos de bebidas en la calle proliferan como setas en otoño, así que lo difícil será que vuelvas cuerdo a casa. Antes de eso, conviene dar una vuelta por el mercadillo nocturno pues hay cosas interesantes. Quizás te convenga echar un vistazo aquí.
Pero quizás lo que hace a St. Maarten realmente única es MAHO BAY,
una playa situada tan cerca del Aeropuerto Internacional Princesa Juliana que mientras te doras al sol puedes ver pasar tremendos boings 747 sobre tu cabeza. Pasan tan escalofriantemente cerca que piensas que vas a ser capaz de saludar al piloto. Es una experiencia aparte, y no sólo visual, pues si te encuentras en el agua cuando uno de los numerosos aviones hace su aterrizaje, el subidón de adrenalina es increible. Como una imagen vale más que mil palabras, es suficiente con que tecleéis “Landing St. Maarten” en youtube … preparaos para flipar!! Y, como muestra:
Más información,
aquí,
aquí y
aquí.
4 comentarios:
Aquí los del tiempo(de cualquier canal)llevan años diciendo que nieva y como no nieve en Finlandia,vive Buda que aquí no.
(obviamente no tienen ni puta idea y aciertan menos que el calendario zaragozano)salvamos a Mario Picazo, porque...bueno tú sabes¡
yo me iría contigo a donde tú me llevaras(voy a empezar ahorrar para ir a verte en verano y darte un poco la paliza en verano en riguroso directo)o en Otoño, ya veremos
un abrazo estupendo
Vi un video de los aterrizajes cerca d eesa playa d ela que hablas. Tiene que ser un flipe y un poco coñazo si lo que buscas es estar tranquilico en laplaya. Viajeros sois, no?
Shysh, se hace lo que se puede, en lo de viajar, digo. EL Costillo sí es un auténtico trotamundos, yo he empezado más tarde, pero prometo intentar recuperar el tiempo perdido!
Lo de Maho es una auténtica gozada (si te gustan los aviones y las emociones subiditas de tono, claro). Para estar tranquilo como que mejor te vas a cualquiera de las otras muchas playas que hay en la isla, como Mullet bay, por ejemplo, que tiene incluso una mezcla de todo. Puedes estar solito y con un buen pedazo de arena para ti y acercarte más a la zona que diríamos de chiringuitos, con más ambiente (obvio, ambiente, ambiente estando uno solo como que no hay mucho).
Pero en Maho la gente va a lo que va, que es tostarse (yo casi me abraso, por cierto) pero disfrutando del espectáculo. Puedo asegurarte que cuando llega un 747 y estás en el agua, y ves pasar semejante mole sobre tu cabeza, y notas cómo las aguas parecen sufrir un maremoto (pero como de juguete, nada de tsunamis asesinos ni hostias de esas, eh!), es un subidón increible.
En realidad fue de las cosas que más me gustaron, porque no es algo que puedas ver en cualquier playa.
Un beso, y gracias por pasarte por aquí.
Shysh, se me olvidó decirte que los aterrizajes no es que sean cerca, es que si se descuida el piloto SON en la playa. Los aviones pasan sobre tu cabeza. Aquí la playa, una carreterita de esas como secundaria y al otro lado el aeropuerto y sus pistas, tal cual. Como dirían en mi tierra, como para ir a mear y no echar gota.
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