Bibliot€cas: a pagar!!

El otro día, después de asistir a la lectura de la tesis doctoral de Alex (que, por cierto, superó con creces y hasta fue felicitado en varias ocasiones por su trabajo), y de tomarme un vinito rodeada de amables desconocidos, de catedráticos que parecían dinosaurios (o por lo menos de su quinta) y de alguna que otra alma caritativa que se acercó a hablarme, emprendí el camino de vuelta a casa. Mientras caminaba pensando en el momento que acababa de vivir, de la emoción contenida, del duro trabajo realizado por este muchacho a lo largo de los años y mil paranoias más, me di de frente con el Instituto Cervantes (realmente la distancia recorrida no era de más de cien metros, pero es que mi mente a veces trabaja tan rápido que le da tiempo a todo y más). Llevaba queriendo ir a renovar mi carnet desde quién sabe cuándo, pero nunca encontraba ni el momento ni las ganas. Así que pensé: Ya que estoy aquí, entro y lo hago hoy mismo. Así lo hice, renové mi carnet (que ahora es más moderno, así como una tarjetica de crédito) y tomé prestados cuatro libros y un dvd.

Conocí el Cervantes gracias a Javier, un argentino adorable, que me llevó (casi literalmente) de la mano hasta allí. A pesar de que me he traído muchísimos libros de España (otros tantos siguen amueblando mi habitación de allá) y de que he comprado bastantes en los años que llevo aquí, siempre llega un momento en que te apetece leer algo distinto de lo que tienes en casa. El sistema de préstamos que tienen es bastante bueno y la biblioteca está bastante bien surtida. Además me queda a cinco minutos de casa (aunque siendo vaga como soy eso poco importa). Pagas 20 euros por año y puedes tomar prestados libros, cd's, dvd's, vídeos... los libros puedes quedártelos un mes. El material audiovisual una semana. Hay multas (aunque son irrisorias) si te saltas los plazos. Veinte euros no son nada y han sido muchos los autores literarios y los directores de cine que he conocido gracias al Cervantes. Vamos, cumplen su tarea de biblioteca: facilitar el acceso a los libros y fomentar la lectura, ya que además de todo el material que tienen allí también realizan otras actividades culturales, incluso vienen algunos de los autores para dar conferencias.

En el repaso mañanero a vuestros blogs, me he quedado ojiplática perdida con lo que cuenta Shysh, del blog Siete vidas tiene el gato. Resulta que ahora los listos de la SGAE pretenden (también) un canon en las bibliotecas: 20 céntimos por libro prestado. Estaría encantada de pagar ese "canon" si el dinero fuese destinado íntegramente a adquirir nuevos libros, nuevas películas o realizar mejoras en la biblioteca. Pero para que se enriquezcan estos mequetrefes... va a ser que no!

Mi adorado José Luis Sampedro lo ha dicho mucho mejor que yo, así que he copiado sus palabras del blog de Shysh y aquí os las dejo. Se puede decir más alto, pero no más claro:

POR LA LECTURA

Cuando yo era un muchacho, en la España de 1931, vivía en Aranjuez un Maestro Nacionalllamado D. Justo G. Escudero Lezamit. A punto de jubilarse, acudía a la escuela incluso los sábados por la mañana aunque no tenía clases porque allí, en un despachito que le habían cedido, atendía su biblioteca circulante. Era suya porque la había creado él solo, con libros donados por amigos, instituciones y padres de alumnos. Sus “clientes” éramos jóvenes y adultos, hombres y mujeres a quienes sólo cobraba cincuenta céntimos al mes por prestar a cada cual un libro a la semana. Allí descubrí a Dickens y a Baroja, leí a Salgari y a Karl May.

Muchos años después hice una visita a un bibliotequita de un pueblo madrileño. No parecía haber sido muy frecuentada, pero se había hecho cargo recientemente una joven titulada quien había ideado crear un rincón exclusivo para los niños con un trozo de moqueta para sentarlos. Al principio las madres acogieron la idea con simpatía porque les servía de guardería. Tras recoger a sus hijos en el colegio los dejaban allí un rato mientras terminaban de hacer sus compras, pero cuando regresaban a por ellos, no era raro que los niños, intrigados por el final, pidieran quedarse un ratito más hasta terminar el cuento que estaban leyendo. Durante la espera, las madres curioseaban, cogían algún libro, lo hojeaban y veces también ellas quedaban prendadas. Tiempo después me enteré de que la experiencia había dado sus frutos: algunas lectoras eran mujeres que nunca habían leído antes de que una simple moqueta en manos de una joven bibliotecaria les descubriera otros mundos.

Y aún más años después descubrí otro prodigio en un gran hospital de Valencia. La biblioteca de atención al paciente, con la que mitigan las largas esperas y angustias tanto de familiares como de los propios enfermos fue creada por iniciativa y voluntarismo de una empleada. Con un carrito del supermercado cargado de libros donados, paseándose por las distintas plantas, con largas peregrinaciones y luchas con la administración intentando convencer a burócratas y médicos no siempre abiertos a otras consideraciones, de que el conocimiento y el placer que proporciona la lectura puede contribuir a la curación, al cabo de los años ha logrado dotar al hospital y sus usuarios de una biblioteca con un servicio de préstamos y unas actividades que le han valido, además del prestigio y admiración de cuantos hemos pasado por ahí, un premio del gremio de libreros en reconocimiento a su labor en favor del libro.

Evoco ahora estos tres de entre los muchos ejemplos de tesón bibliotecario, al enterarme de que resurge la amenaza del préstamo de pago. Se pretende obligar a las bibliotecas a pagar 20 céntimos por cada libro prestado en concepto de canon para resarcir –eso dicen- a los autores del desgaste del préstamo. Me quedo confuso y no entiendo nada.En la vida corriente el que paga una suma es porque:

a) obtiene algo a cambio

b) es objeto de una sanción.

Y yo me pregunto: ¿qué obtiene una biblioteca pública, una vez pagada la adquisición del libro para prestarlo? ¿O es que debe ser multada por cumplir con su misión, que es precisamente ésa, la de prestar libros y fomentar la lectura?Por otro lado, ¿qué se les desgasta a los autores en la operación? ¿Acaso dejaron de cobrar por el libro vendido? ¿Se les leerá menos por ser lecturas prestadas? ¿Venderán menos o les servirá de publicidad el préstamo como cuando una fábrica regala muestras de sus productos? Pero, sobre todo: ¿Se quiere fomentar la lectura? ¿Europa prefiere autores más ricos pero menos leídos? No entiendo a esa Europa mercantil. Personalmente prefiero que me lean y soy yo quien se siente deudor con la labor bibliotecaria en la difusión de mi obra. Sépanlo quienes, sin preguntarme, pretenden defender mis intereses de autor cargándose a las bibliotecas. He firmado en contra de esa medida en diferentes ocasiones y me uno nuevamente a la campaña.

¡NO AL PRÉSTAMO DE PAGO EN BIBLIOTECAS!

José Luis Sampedro