En cada uno de los lugares en los que hemos estado nos hemos sentido como reyes, y nos ha dado pena no tener más tiempo para disfrutar de esas personas y sus intalaciones unos días más, pero al salir del Maili Saba Camp esa impresión se multiplica por mil. Han sido tan encantadores que un trocito de nuestra alma se queda con ellos, deseándoles que lleguen a cumplir sus sueños, uno a uno. Tras servirnos un desayuno de dioses, con frutas, salsas hechas a base de frutas, y mil delicias más (que más que un camp parece un cinco estrellas, oiga) salen a despedirnos, como si fuésemos familia, todos a una, deseándonos buen viaje y que volvamos pronto, diciendo adiós con sus manitas. Adorables, pero hemos de continuar. Todavía faltan muchas cosas por ver, muchos lugares que visitar y quién sabe si personas tan interesantes y cariñosas por descubrir. (aquí, la página de UJIMA, que el otro día no fui capaz de encontrar, esta cabeza mía, que se encarga de enseñar a estos muchachos).
Desandando el camino andado, volvemos a pasar por algunos lugares que ya habíamos visto, como el mirador inmenso construido (ahora lo aprecio perfectamente) en un balconazo natural que me dan mareos sólo pensando que yo he estado ahí! Y que esas maderillas podrían irse al traste y ser un bonito, a la par que no deseado, joven cadáver. Lagargo lagarto. Y es que en el viaje tenemos ocasión de volver a quedarnos cuadriculados al ver cómo utilizan andamios de madera, sin importar mucho la altura a la que haya que subirse. Esto nos recuerda, aunque en otras cosas hay años luz, la impresión que nos llevamos en Hong Kong cuando vimos que para construir esos mastodónticos edificios utilizan andamios ... de bambú! Vamos, p’haberse matao. Que no me subo yo ahí ni por todo el oro de este mundo. Aquí no construyen esas alturas pero mi sensación de vértigo es parecida.
Pasamos por lugares más poblados, pueblos de dimensiones ya considerables, en los que las casitas parecen algo más resistentes que las cabañas que hemos visto en otras zonas. Los tonos algo tristes de las casas contrastan con la ropa tendida casi ante cada hogar, poniendo una nota de color en el paisaje, que sigue siendo verde, aunque no tanto. El burro, pequeño y precioso, sigue siendo el animal más visto en estos lugares. A mí me da por recordar todos esos burritos que ya no queremos en el mundo “civilizado” y me pongo pelín nostálgica. Afortunadamente se me pasa pronto observando las caritas preciosas que tienen los que nos encontramos.
Llegamos nuevamente a Nairobi y nos plantamos en el Carnivore de nuevo. Estamos salivando desde que subimos al coche, recordando la panzada que nos pegamos allí. William nos ha dicho que todos los problemas están arreglados (al menos de los que él es consciente), pero el Costillo (que es peor que Don Erre que Erre) le dice que lo quiere por escrito y que quiere hablar con el jefe pero sí o sí. Que ya no valen disculpas, que nadie vino a recibirnos en el hotel cuando llegamos a Nairobi, que nos cambiaron un camp, que no sabemos, aunque William diga que sí, si está confirmada la suite para pasar las últimas noches, ni si tendremos cocinero privado o no. Y que hay cosas que no le están gustando nada. Le vuelve a repetir (se lo ha dicho mil veces) que en Tanzania todo fue perfecto, la organización extraordinaria y que esta compañía, de fama reconocida, nos está dando más de un dolor de cabeza. William, que ya no sabe qué hacer, vuelve a llamar a la oficina y le dice que el veremos al jefe, sí o sí.
En el Carnivore tampoco nos encontramos con el hombre este y ya empezamos a pensar que sería más fácil que nos reciba el papa de Roma que él. Pasamos de todo y nos dedicamos en cuerpo y alma a disfrutar, una vez más, de las sabrosas carnes, pero esta vez pasando de las que no nos hicieron demasiado tilín la vez anterior y poniéndonos morados de las que sí nos gustaron más. Como es de día podemos apreciar muchos más detalles y además estamos en una mesa situada en una terracita interior monísima de la muerte. Tras la comida y el café William viene a buscarnos. Sí habrá cita con el señor X. Ok, Mckey. Salimos del restaurante y en la plazoleta de aparcamiento todavía nos da tiempo a fumarnos un par de cigarros antes de que aparezca este paisano al que ya le tenemos manía, sin haberle conocido. Finalmente llega y la experiencia no debió ser muy grata para él, pues que un tipo de casi dos metros empiece a hablarte como una ametralladora no debe ser la parte más agradable de su trabajo. Dice que todo está arreglado, que lo del camp no se puede hacer de otra forma, porque hay una “guerra” entre los masais, sus vacas y los elefantes y que así es muy peligroso, que por eso el camp está cerrado. Le decimos que nuestra agencia en Holanda no tiene noticias de esos cambios y de que es algo de lo que se nos debería haber avisado, entre otras cosas, porque nosotros habíamos elegido ir allí, entre otras cosas, porque hay safari nocturno. Y ahora no podríamos hacerlo. Nos dice que es lo que hay. Del hotel de los últimos días de viaje nos dice que está todo confirmado: suite y cocinero privado, tal y como habíamos elegido y pagado. Entonces el Costillo, que ya está hasta los cojones, le salta con lo de pagar extra por el game drive en Masai Mara, sin decir nada de William. Y el hombre flipa. Y el Costillo, que es más puta que las gallinas, diciéndole que claro, no es para el guía, sino para el combustible (ja). Y el hombre: “Williammmmmm”. Y William, que estaba oreja avizor se presenta como un cerdito a la entrada del matadero. Y su jefe le dice que qué cojones significa eso de pagar extra, si todo estaba incluido. William, balbuceando como un niño pillado en falta, dice que es “acuerdo” al que ha llegado con nosotros. El Costillo le mira levantando la ceja izquierda. William aturullado, el jefe que lo pone verde, yo que digo voy a hacerme a un lado no vayan a caer hostias y me toquen todas a mí, que soy la más pequeña. Finalmente la sangre no llega al río, pero el Costillo dice que quiere hablar con el jefe supremo y que sino va a armar la marimorena. Le dicen que vale, que le veremos al llegar al que será nuestro último hotel. Por fin reanudamos el camino. William lleva la cara más larga que un oso hormiguero. No abre la boca en todo el camino. El Costillo tampoco, y yo ya no sé si tararear como hago siempre o mirar por la ventana y mantener mi boquita cerrada, que el ambiente podría cortarse con motosierra!!
Volvemos a sufrir las de Caín para poder abandonar la ciudad. El tráfico es infernal y en una carreterucha de mala muerte se aglutinan cinco carriles abarrotados de coches, furgonetas, buses... un sindiós! Por si esto fuese poco hace un calor de los mil demonios y el viaje nos resulta larguísimo, y en esas condiciones, casi insufrible. De repente, el oráculo William se digna a hablarnos y nos dice que haremos una parada para repostar combustible. Nos deja en un curio y desaparece. Miramos, negociamos, compramos y William sin aparecer. Los muchachos de la tienda nos hablado de sus equipos favoritos de fútbol. Uno es del Ajax y el otro del Atletic de Bilbao porque, palabras textuales, es el único que no tiene jugadores extranjeros, sólo españoles. Con dos cojones. Tras las compras, nos invitan a sentarnos con ellos y seguir charlando mientras nos tomamos unas cocacolas. Quieren saber todo de nuestra forma de vida y no parece disgustarles hasta que llega la pregunta de si el Costillo tiene otras mujeres. Y él contesta que no, que conmigo tiene más que de sobra. Y le quedan mirando como si fuera un extraterrestre, pensando que es tonto de remate por no tener por lo menos cuatro mujeres, como su padre (el de los chicos, no el del Costillo, eh!). El Costillo les contesta que tengo tanto carácter que cinco como yo le llevarían a la quiebra mental. Yo me hago la sueca. Hay temas que no van conmigo. Uno de los hermanos es pequeño y le regalamos un cepillo de dientes que toma en sus manos como si fuera la llave de la felicidad. Lo primero que hace cuando ve a su Mamá es mostrarle lo que le hemos regalado. William sigue sin dar muestras de vida, así que seguimos charla que te charlará. Nos cuentan que detrás de la tienda tienen el taller, que esto es una empresa familiar y todos trabajan en ella. Vemos cómo hacen las figuritas y nos quedamos bobos con el estilo que uno de ellos tiene para pintar. Hace cuadros realmente hermosos. Nos tiramos allí cosa de una hora. Cuando pensábamos que William nos había dejado tirados, apareció en plan aquí no ha pasado nada y continuamos la ruta, en el mismo tono, claro, porque no volvió a abrir la boca. Nosotros tampoco.
El paisaje es ahora muy seco, hay muchos poblados y casuchas aisladas, muchas tribus, que visten ropas muy diferentes a las de los masais. Todo el verdor ha quedado atrás y ahora el paisaje es tan seco que parece que estamos en el desierto. Llegamos a Amboseli y el desierto se manifiesta de forma cruel. La primera impresión es de vacío absoluto. No hay nada, ni una planta ni un árbol. Todo es polvo y más polvo y a veces ni siquiera podemos mirar por las ventanas... bueno, mirar sí, pero no conseguimos ver nada. Vemos algunos animales y se nos parte el alma pensando qué comerán, porque no hay nada a la vista. Llegamos al lodge cuando ya es noche cerrada. El Ol Tukai tiene un ambiente colonial total. En la recepción, una sala inmensa profusamente decorada con motivos africanos (no van a ser asiáticos) nos reciben con la misma amabilidad de siempre y un riquísimo jugo de frutas. El momento clave se acerca y yo me digo que mejor me entretengo haciendo fotos de esa cantidad de objetos que querría tener en casa, mientras el Costillo y William se sientan a parlamentar. Aquí os lo digo y podeis creerme, el Costillo de mala hostia impresiona y acojona y en esos momentos William hasta me daba un poco de pena. No le chilló ni nada de eso. No hace falta. Te clava la mirada de tal forma que es como si te estuviera taladrando y no encuentras hueco donde esconderte. Al final terminó siendo una conversación casi de padre a hijo. Le leyó la cartilla de arriba a abajo. Le dijo que iba a tolerar que nos tomase por gilipollas y le advirtió, de forma tajante, de que si seguía con esa actitud tarde o temprano tendría problemas, que si en lugar de pretender jugárnosla a nosotros, le hubiera hecho esto a un yanqui recalcitrante se habría visto envuelto en un buen lío, y que no merecía la pena perder el trabajo, menos aún la dignidad, por un puñado de euros. William decía a todo que sí, que sí, pero no respiró tranquilo hasta que el Costillo le dijo que no queríamos que nos devolviera el dinero. Podría quedárselo. Lo heho, hecho está. Ahora bien, si quería ver propina tendría que cambiar de actitud desde ya. No estábamos dispuestos a tolerar ni una mala cara. Hemos sido pacientes, hemos tenido buen rollo contigo, ahora te toca ganarte nuestro respeto. Si al final del viaje estamos contentos con tu trabajo, recibirás una buena propina, sino no verás ni un chavo. El chico se deshacía en disculpas y prometió cambiar. Eso, claro está, no estaba en nuestras manos. Nos conformábamos, y no nos parecía poco, con que no nos amargarse el resto del viaje.
Más relajados, dejamos que nos acompañasen hasta nuestra habitación, con vistas al Kilimanjaro, que tendrán que esperar para mañana porque ahora es noche cerrada y ni siquiera podemos adivinarlo. Aquí son casitas, y en cada una hay dos o tres habitaciones. Tuvimos que atravesar buena parte del jardín, observando cómo los aspersores conseguían teñir de verde el “desierto”, pero finalmente llegamos. Nos pegamos una ducha que nos dejó como nuevos, nos hicimos unas risas con la pedazo bronca que le cayó a William y nos fuimos a cenar. La comida deliciosa, pero nos sorprendimos añorando a los chicos del Maili Camp y sus detalles. Después de cenar nos dimos una vuelta por el edificio principal y fuimos hasta la tienda. Más tarde y ya en cielo de nuevo nos tomamos unos cafetones en la terraza del jardín mientras escuchábamos a las bestias. A pesar de que hay unos alambres electrificados por todo el contorno del lodge, lo cierto es que acojona un poco pensar que estás en medio de ninguna parte. Con nuestras divagaciones nos fuimos a dormir. El día había sido agotador. Mañana será otro día!
Continuará...
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12 comentarios:
me encantan los lugares que has estado son preciosos que tal el finde? yo en teruel pasando frio pero bueno un besazooooooooooo
No quisiera yo vérmelas con el Costillo, aunque reconozco que el hombre tiene toda la razón y quería lo que había pagado.
Menudo viajecito, me encanta.
Besos.
Ay me encantan tus crónicas, wapa pa escribir un libro a este paso, con ese don de palabra que tienes...
Y eso de hacerte la sueca, mejor la holandesa no?... jajaja!.
Jo vaya aventuras y desventuras, que pasada... esto es un sr. viaje en toda regla.
Un besazo. Alber
Bueno, este post p arece dedicado a Williams. Al final casi me da pena. Eso si, mas vale ponerse una vez colorado que mil nosequé.. que no me acuerdo ahora de como es el dicho,jajaja
me encanta lo del atleti de bilbao, eso mismo decia siempre mi abuelo,jajaa si sabe que en Africa piensan lo mismo...
Bezos
¡Jopeee! me quedo tonto leyéndote, todo esto lo tienes que guardar y encuadernar. No lo guardes todo en "C" no vaya a ser que ocurra una desgracia.
Con respecto a Willians, pues lo que le pasó se lo buscó. Sin embargo no hubiera esperado a tener al jefe delante para cantarle la gallina, pero si el Costillo lo hizo así es porque antes lo pensó bien.
Voy ráudo a leer el siguiente capítulo.
MIGUEL
NOELIA, a nosotros también. De hecho, estamos locos pensando en volver. Ya he leído que el finde te lo pasaste bien. Nosotros, aparte de salir a cenar el sábado, no hicimos mucho más. Ah, bueno, y ver cómo nevaba el domingo. Bicos.
LAURA, el Costillo de mala hostia es lo peor que te puedas encontrar. Dios te libre! Y encima es que reclama por todo, como debe ser. Vamos, que no es de los que comenta: esto está mal y se queda sin hacer nada. Si algo está mal reclama y se hace oír. Y ya cuanto tiene razón...
Biquiños reina.
GAYSINLEY, ya lo escribiría ya, si supiera, jeje.
La verdad es que sé que me estoy pasando y que esto se está haciendo más largo que el Quijote, claro que con otra calidad, pero ya empezados no quiero dejarlo a medias.
Mi Madre dice que seré capaz de hablar después de muerta. Con eso te lo digo todo. bicos!!
IAGO, a mí también me daba pena, no creas. Pero es que no se puede ser tan soplapollas y encima tener la mala suerte de tropezar con el Costillo. Las dos cosas juntas son una bomba.
Claro que el chaval debió hacer cuentas y no le salían los números: ya habíamos comprado muchísimas cosas en Tanzania, ya habíamos estado en el poblado masai, no estábamos interesados en subir en globo... y claro, sus comisiones se iban al carajo.
Creo que la "culpa" de todo fue no suya sino de algún turista tacaño que le hubiese tocado antes. Pero bueno, igual hasta hago un post para explicarlo con detalle, que aquí me alargo demasiado. Besos, cari
ANAPEDRAZA, al final igual hasta quedaría chulo si lo imprimo, jeje. Puedo ponerme en el Rastro a ver si saco para otro viaje!
El Costillo no da puntada sin hilo. Quedaba "un poco fuerte" decirle que nos había robado o estafado, como quieras llamarlo. Sin embargo, delante del jefe le dijo lo del dinero para combustible (sabiendo que no era para eso, claro) y si lo ves, creo que hasta se puso colorado (y eso que es más negro que la noche, el tío). En fin, espero y deseo que no vuelva a hacer una gansada así porque con otras personas puede tener problemas importantes, como perder su empleo, por ejemplo, y ser guía allí no es uno de los peores que puedes conseguir.
Besos y gracias a todos por pasar!
Interesante capítulo el de hoy. Pensaba que en aquellos lares no había picaresca, supongo que todo es empezar... En Tanzania no tuvisteis ningún problema. Recuerdo que en Tanzania todo el mundo quería que disfrutaras y que pudieras volver a casa diciendo que te lo habías pasado bien y haciendo publicidad. Kenya es mucho más conocido...
Lo de la pena por William... por mí no, cada uno sabe lo que hace y cuando te ponen la cara colorada es porque sabes que tienen el derecho a hacerlo. Si haces tu trabajo bien y algo falla no es culpa tuya, si tratas de timar al cliente :-(
Volver al desierto después de todo ese verde kenyata, si hubierais ido allí justo después de Tanzania que estaba totalmente marrón habría sido menos chocante.
Querido Jaac, la picaresca es como el aire: está en todas partes! (salvo envases al vacío, jajaja).
Lo cierto es que resultó un tanto infantil su comportamiento, pero bueno, allá él.
Kenia es mucho más conocido pero, cuando estuvimos, el turismo había caído en picado (por los problemas políticos, tú sabes). Fueron muchísimos los que anularon el viaje, y personalmente creo que habrá muchos que ya no se planteen volver en unos años, porque jode mucho (MUCHO) tirarte un montón de tiempo preparándolo todo para que al final se quede en nada y tengas que preparar otro viaje a la carrera para no quedarte sin vacaciones.
Nosotros, sin ir más lejos, teníamos pensado ir en febrero y el Costillo (ya vas sabiendo cómo es) llevaba mucho tiempo preparándolo todo. Aparte del dinero del viaje habíamos comprado muchás cosas y claro lo de anular... como que nos costaba, por eso decidimos retrasarlo. Y fue la elección correcta, porque en ese momento decidimos también que, porque nosotros lo valemos y la espera merecía premio, ir también a Tanzania, que nos encantó.
En muchos sitios llegabas y casi no había turistas, lo cual fue genial para nosotros pero para ellos, que viven de nuestros dinerillos, pues hombre, ha tenido que ser muy duro. Creo que tardarán al menos un par de años (cruzando los dedos para que no haya más revueltas) en recuperarse.
La picaresca está en todas partes, pero para que aparezca tiene que haber alguien a quier "timar". Ahora tendrán poco turista, pero durante muchos años ha sido el primer destino turístico de África central y eso se tiene que notar.
Tanzania mucho más desconocida todavía no ha sacado toda su picaresca. Supongo que pasa lo mismo en todas partes. Cuando yo estuve en Rumanía la gente era amable y abierta (hace casi 10 años, qué viejo que soy) pero es muy probable que ahora haya cambiado. En este último viaje la diferencia entre Siria y Jordania, a pesar de ser poca se nota. Jordania es mucho más turística y la gente, a pesar de intentar ayudar siempre, es menos... no sé cómo decirlo... "esforzada"? que en Siria que casi no sale en las guías más que en viajes organizados.
Hay que aprovechar para "descubrir" los sitios antes de que los corrompamos con nuestra presencia :-)
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