Oranje boven!!

No podía ser de otra forma, hoy toca hablar de fútbol. Y como sé que a pesar de ser el deporte rey, el que mueve a las masas, hay personas a las que no les gusta, así que intentaré hacer de esto no una crónica deportiva (para esto hay otros mucho mejor preparados) sino más bien una visión personal acerca de. Ustedes me entienden.

Empezaré diciendo que he sido futbolera desde pequeñita. Claro que entonces me gustaba más practicarlo que verlo y me ponía que me llevaban los demonios cuando no me dejaban jugar por “chica”, claro que al final, con la mala uva que una arrastra desde la más tierna (?) infancia, no les quedaba otra que dejarme jugar. “La segadora” me llamaban. Cariñosamente, desde luego, pues al fin y al cabo, con mis segadas lo único que hacía era responder al acoso teteril al que me sometían no sólo los once contrarios, sino también mis diez compañeros de equipo. Hasta aquí llegamos!!

Con el andar del tiempo fui haciéndome más sedentaria y he pasado, como tantos otros, a practicar el sillonball, deporte que arrasa entre las nuevas generaciones y, aunque por ahora los sponsors no se dignan a patrocinar a los profesionales de esta modalidad, todo se andará. Ayer tocó sillonballear a la Oranje, a la Naranja Mecánica, a los chicos de mi idolatrado Marco van Basten, “San Marco”, nacido en Utrecht en el 64 (no, Iago, no somos quintos).

Llevan semanas bombardeándonos con la Eurocopa, con la Oranje. Han repertido la semifinal y final de 1988, única que han ganado, partidos que pertenecen ya a la leyenda. Las imágenes de la celebración eran increibles, tanto que, de no ganar mi querida Roja, no me importaría que ganasen los Tulipanes, porque el fiestorro puede ser de agárrate que hay curva. Supermercados, tiendas en general, bares, restaurantes, todos se han volcado (como siempre) con la selección y es prácticamente ir por la calle y no ver algo naranja. Muchas son las calles decoradas con banderines, globos y demás parafernalia (naranja o con los colores de la bandera) hasta la extenuación. Si hay un país friki, pero friki total, ese es Holanda cuando está inmerso en algún campeonato futbolero.

Siguiendo la desconcertante manía de hacer estudios e investigaciones de todo (menos de lo que nos interesa a los ciudadanos de a pie), se han hecho varios acerca del coste que supone para las empresas esto de la Eurocopa: la pérdida de millones de euros era de marear, porque claro, lo mejor del fútbol para muchos es poder comentarlo a posteriori, en sus puestos de trabajo, con los compañeros, entre café y cigarrín o té y chocolatina. Un sindiós en el que hasta los que odian el fútbol no tienen más remedio que terminar hablando o escuchando de ello. Surgiendo, incluso, entendidos en la material que en la vida han soportado un partido complete, pero eso es otra historia.

En casa, el Costillo tenía todo preparado: la televisión parece una feria con los Welpies y los Wuppies. Estos personajillos son muñecos que te regalan en el super dependiendo del importe de tu compra. Para este campeonato hay unos 24.000.000. Los de Heineken, en su línea, han sacado nuevo gorrito, que llenará los campos probablemente, aunque ayer no se vieron muchos en el campo. Eran más los de años anteriores, como el gorro-megáfono, que fue la euforia total. Y así cada gran compañía va llenando de trastos naranjas cada hogar. Y no son los niños los que más locos están por conseguir estos trofeos, no.

Pero la moral estaba baja, hacía treinta añazos que los oranje no ganaban a los azzuri, campeones del mundo para más señas. Además, España no es el único país del mundo donde cada ciudadano pretende ser seleccionador nacional y tener la alineación más indicada. Aquí sucede lo mismo (aunque, todo hay que decirlo, tampoco se ponen tan cazurros como nosotros), y el trabajo de Marco (que hará un fútbol soso, no digo yo que no, pero no ha perdido tantos partidos) no es apreciado en su valor. De ahí que al final de la Eurocopa pase a ser el nuevo entrenador del Ajax.

Yo ante estas cosas, supongo que por esa moral del alcoyano que poseemos los españoles, le dije que el fútbol, al final no es más que once contra once y que todo puede ocurrir. El caso es que ocurrió. Desde el primer minuto me gustó más el juego que hicieron los de van Basten que los italianos, que no me gustó nada, todo hay que decirlo.

Aspecto que presentaba el bar de la esquina. Siento que la foto sea pésima, pero la saqué desde la ventana, arriesgando mi vida por el blog, medio cuerpo fuera y haciendo balances sobre el marco de la misma... eso sí fue un espectáculo, y no el que ofrecieron los italianos, jeje.

Al primer gol la calle fue una avalancha de voces. Con el segundo, pensé que me venía el mundo encima (además, la celebración total, pues el goleador Sneijder estaba de cumpleaños y no creo que pueda haber imaginado una forma mejor de celebrarlo. Este polluelo, que actualmente juega en el Real Madrid, también es de Utrecht...) y al tercero, la locura estaba servida. La gente está muy mal. Y es tanta la necesidad de fiesta y celebración que este primer partido ha sido la disculpa. Tal parecía que habían ganado la copa: los coches bocina en ristre, dale que dale, con banderas, con gente hasta en el maletero… y, hombre, motivos no faltaban, que treinta años perdiendo ante el mismo rival pesan demasiado. El caso es que, por si no había ya bastante fanatismo, esto ha sido la guinda. Veremos qué sucede hoy con la Roja. Ojalá mañana amanezcamos afónicos de cantar goles (nuestros, of course!!). Sepan disculparme si hoy estoy algo ausente...