A Domi,
para que vuelva pronto a casa.
A pesar de lo que pueda parecer y aunque algunos me llamen exagerada, la idea de pasarme la noche en una tienda de campaña (por muy cuidados que tuviera ésta los detalles) no me seducía lo más mínimo. Que una cosa es ir de acampada a algún pueblo perdido y otra hacerlo en medio de tanta bestia como había visto el día anterior. Que no pensaba yo que un búfalo fuese a invadir nuestra intimidad, pero una serpiente asquerosa o bichejos varios... quién sabe? Y ya que no me dio por pensar en cocodrilos y el río que teníamos justo enfrente... Contra todo pronóstico, la noche fue buena, la cama comodísima y me levanté como una rosa, sintiéndome un poco ridícula por haber tenido miedo. Nada más salir de la tienda nos encontramos con los inmensos globos con los que algunos deciden hacer un safari diferente. Nosotros teníamos muy claro que no lo haríamos, porque yo no soporto las alturas (gracias a mi viajecito a Benidorm). Observándolos e imaginando las increibles vistas de las que disfrutarían me dio un poquillo de envidia, pero poca, porque temblaba sólo pensando en estar ahí arriba. Desayunamos y nos reunimos con William. Hoy no volveríamos para comer, nos llevaríamos la comida y estaríamos todo el día disfrutando de la Naturaleza. El día anterior William nos dio a elegir entre hacer dos game drive, uno por la mañana y otro por la tarde, regresando al restaurante para comer, o llevarnos la comida y quedarnos todo el día por ahí. Obviamente elegimos lo segundo. Nos dijo que eso tenía un coste extra, por el combustible. Nada para él. Nos extrañó un poco, pero le dijimos que sí. Ya habría tiempo de arreglar esas "pequeñas" diferencias. Ahora no había tiempo que perder, así que, cámaras preparadas y acción!
Lo del día anterior no había sido un espejismo, y hoy volvemos a encontrarnos con miles de ñúes y cebras por todas partes. Ellas, con sus rayas de diseño, colocadas siempre de forma estratégica para tener todos los frentes bajo control, ellos con sus barbas imposibles y su pinta de escritor bohemio trasnochado. Montones de faisanes, gacelas, topis van llamando nuestra atención en el trayecto hasta que nos topamos con una familia de once elefantes, inmensos, dándose la panzada padre a hora bien temprana. Nos encontramos con los investigadores estadounidenses que están estudiando las hienas en varias ocasiones. Más allá aparecen las mamás elefantes y sus bebés y un elefante solo, inmenso, que las sigue, buscando grupo. Y es que no sólo los humanos nos volvemos odiosos con nuestros semejantes, también ciertos animales expulsan a los suyos del grupo... y por estas tierras un animal solo es presa fácil para los depredadores.
Seguimos nuestro camino e interrumpimos, momentáneamente, la siesta de dos leones macho, que nos lanzan una ojeada y siguen a lo suyo: durmiendo! Y es que estarán cansados, aunque yo no sé de qué, si las que cazan son las hembras, las que se hacen cargo de los bebés son ellas... y así con todo, menos a la hora del “tema”, que debe ser para lo único que se despereza el rey de la selva.
Justo al lado del camino nos encontramos con una leona, sola y herida, que nos parte el alma en cuatro. Al principio nos extraña un poco que se quede tan quietecita y sin quitarnos la vista de encima, pero luego observamos que al acercarse a un riachuelo a beber, va cojeando. Bebe y nos vuelve a mirar, decide que no le gustamos demasiado y se va. Al saltar el riachuelo podemos comprobar que tiene algo en la pata izquierda, no sabemos si una herida, o algo clavado. Sea lo que sea no le permite apoyar bien la pata. Se pasea ante nuestras narices. Le preguntamos a William si nadie se hace cargo de los animales heridos, y aunque nos dice que puede ser que los rangers lo cierto es que no me creo nada y sufro imaginando el final que le espera a la pobre leona. Supongo que es el precio que hay que pagar por vivir en libertad, pero aún así rezo para que alguien se haga cargo de ella, le cure la pata y pueda seguir haciendo su vida. Después despierto y me doy cuenta de que las cosas no son así, de que por mucho que me joda, nadie va a curar a ese animal. Con suerte la herida curará antes de caer presa de otros animales.
Aparece otro elefante, inmenso y muy viejo, que también busca grupo. Más allá un grupo inmenso, de unas veinte o veintidós jirafas. William nos explica que cuando se juntan tantas hembras es porque están en celo, pobre del macho que pillen!. Llegamos a una especie de laguna y nos quedamos muertos viendo una estampa de postal: dos leonas descansan mientras sus bebés hacen de las suyas. Y no puedo evitar acordarme de Boo, Chipie y Snake, pues ponen las mismas poses que ellos, las más imposibles y seguro las más cómodas!. Una de las leonas decide que ya está bien de zanganear y que el cuerpo le pide juerga. Se pasea ante el león, pero éste pasa. La otra leona comienza a contonear su bellísimo cuerpo por el borde de la laguna hasta llegar hasta donde estamos nosotros. Nos echa un vistazo y sigue su camino hasta un arbusto que hay justo al otro lado del grupo de coches que nos hemos juntado para observarles. En el camino no ha obviado pasar cerca del león para que él sepa lo que está buscando. Él sabe que ella está en celo y se dedica a olisquear cada lugar en el que ella ha estado, la busca sin descanso, se mete entre los coches aparcados, sube a una pequeña colina, vuelve a bajar. Este huevo sal quiere! Pero está tomándose tanto tiempo que no podemos esperarles indefinidamente y nos vamos de allí sin haber visto “sexo duro”. En uno de los coches había una gente que debían ser de alguna revista o algo porque llevaban unas pedazo de cámaras (algunos dos por cabeza) con unos objetivos más largos que mi brazo (y no soy bracicorta). Tremendos aparatos. Que yo le decía al Costillo que con eso podrían verles hasta las caries, si las tienen.
Seguimos avanzando y en el camino nos encontramos con un numeroso grupo de babuinos. Qué simpáticos son los monos, es que me chiflan! Hay mamás, papás, bebés... un surtido completito. Dos de ellos se van jugando al pilla-pilla mientras las mamás cargan con las crías y los padres se encargan de controlar la seguridad. Muy organizado todo. Tan organizados son que hasta el culete les cambia de color a las hembras cuando están en celo. Se pone tan colorado y tan como todo fuera que da bastante asco, la verdad. Aunque seguro que el mono macho no piensa lo mismo que nosotros.
También podemos ver un grupo de waterbuck (no sé su nombre en español), un animal precioso, realmente bello. El grupo parece ponerse de acuerdo y nos regalan una preciosa foto... de sus traseros!. Podemos hacer, por fin, una foto decente de la preciosa cara del cerval. Esto sí es un trofeo! No os mentía cuando dije que tiene una belleza fuera de lo normal, no?
Llegamos al mojón que marca la frontera entre Tanzania y Kenia, Serengeti y Masai Mara. Hacemos las típicas gracias del mira con tengo un pie en cada país! Un poco más allá nos encontramos con un río lleno de hipopótamos. Nos bajamos del vehículo para observarlos mejor, ahí, tan tranquilines que están en el agua, dan ganas de ir saltando por encima de ellos, como si fuesen piedras. Aunque mejor no intentarlo porque vaya genio deben de tener estos bichos!. También podemos avistar un cocodrilo, de lejos, afortunadamente. En esa zona hacemos un paseo a pie acompañados de un ranger, mientras William nos espera sentado a la sombra con otros guías y más rangers. El ranger nos lleva hasta el lugar por el que pasa la migración, nos muestra las huellas. A pesar de ir con alguien armado noto el peligro recorriendo cada poro de mi piel, y me siento una aventurera (vamos, que soy como Antoñita la fantástica pero sin estudios de biología). Le damos su propina y nos vamos, no sin antes pensar que ha estado bien, pero William nos ha intentado tomar el pelo, pues no es nada “diferente” a lo que están haciendo otros turistas. De hecho, vemos a los japoneses de nuestro hotel allí. Que, por cierto, a estos japos se les va la olla, pero mucho. Dos de ellos, bastante jóvenes, allí andaban haciendo esas fotos tan “típicas” suyas con sus posturitas, justo al lado del río, cuando el ranger les dice que ojito, que hay cocodrilos. Y ellos, con cara de flipar todo y los ojos más “achinados” todavía, se quedan muertos de la impresión.
Estamos dentro del área del County Council of Transmara, donde hay una caseta para las personas que trabajan en la conservación del Parque. Subimos unas minicolinas y nos damos de frente con una preciosa cheeta y sus dos bebés. Son realmente preciosos. Están tumbados bajo un arbusto, semicamuflados, pero sin perder detalle de lo que pasa a su alrededor. Hacemos una parada para comer, bajo la sombra de una preciosa acacia. La comida está rica y es muy variada, aunque a mí me sigue haciendo gracia que el menú incluya una pata de pollo! Hay más gente por los alrededores, todos han parado para comer. Coincidimos otra vez con los japoneses y veo la imagen más patética del viaje: a una de ellas no se le ocurre mejor idea que ponerse a lavarse los dientes allí mismo. Tiene que haber de todo.
El cielo, que había estado espléndido durante toda la jornada, se está empezando a poner peligrosamente negro y, aunque los contrastes serán buenísimos para las fotos, la verdad es que amenaza con descargar una tormenda de tres pares. En el camino, impalas, leones hembra y macho, y al fondo, muy a lo lejos, una especie de pueblo donde los trabajadores de los lodges y del Parque hacen sus compras, van a la peluquería... vamos, salen un poco de la vida salvaje. Continuamos la ruta y regresamos hacia la misma caseta que habíamos visto antes. A pocos metros de allí está el Río Mara y el lugar por donde atraviesan las migraciones. El olor es absolutamente abominable. Huele a muerte, a cadáveres, a piltrafa, a... no sé a qué huele, pero jamás había olido nada tan repugnante. Cuando la migración pasa por allí no sólo los cocodrilos y otros animales hacen su agosto dando muerte a lo que pueden, sino que además, como son tantos miles de animales en estampida (seguro que habréis visto las imágenes en algún documental), muchos perecen bajo la avalancha de patas que se les vienen encima. Podemos observar cómo los buitres y los marabúes hacen su fiesta particular. Hay cientos de pajarracos dándose la gran panzada.
Un grupo de búfalos macho nos regalan una bella estampa, superada sólo por la de una familia completa, con madres, un macho, un bebé. Hay jabalíes por todas partes, como si estuvieran celebrando una boda y se hubiera reunido toda la familia. El chacal sigue cazando mientras las mangustas miran asustadizas hacia todas partes. Más elefantes, cinco muy cerca y dos más alejados. Pájaros de un color violeta absolutamente divino y otros con patitas muy finas y de un amarillo chillón, más pájaros secretario y algunos que mezclan tantos colores que parecen imposibles. El Mara es una explosión de vida y sobre el verde de sus llanuras puedes encontrarte de todo... hasta una pareja de leones de luna de miel (así es como les dice William).
Regresamos al hotel más que satisfechos, felices, radiantes, rebosando una emoción que difícilmente podremos olvidar. Decidimos tomarnos unos cafetines antes de ir a ducharnos y nos sentamos en el mismo lugar del día anterior, porque así, mientras bebemos podemos observar a los monos que no paran de pasar por encima de nuestras cabezas. Allí está el japonés más raro del mundo mundial (que parece salido de un manga), que se pone a hablar con nosotros, muy atento. Mientras charlábamos oímos un golpe seco y muy sonoro. Un monito se había caído al saltar de una rama a otra. Es muy pequeño y hay mucha altura, más de cuatro metros, desde la rama al suelo. Todavía no nos ha dado tiempo a reaccionar cuando aparece mamá mono y, a la velocidad del rayo, carga a su hijo en brazos y desaparece entre las ramas. Cuando volvimos a verles pasados unos minutos el pequeño iba tan agarrado que temí que pudiera llegar a arrancarle la piel a su madre. Pobrecillo! Ese árbol inmenso del que se ha caído nuestro amigo está rodeado por unas escaleras que llevan a una bonita terraza. Subimos hasta allí para contemplar las vistas y nos llevamos, en el mismo lote, no sólo un paisaje inenarrable sino también una sección de sexo, rapidita, eso sí, entre monos. También vemos a un mono de cara negra, que no sé porqué les llaman así y no hacen referencia a otros colores, digamos, más llamativos que tienen.
William viene para hablar de los “problemillas” con el programa, y que tienen al Costillo comiéndose un poco la cabeza. Nos han cambiado (sin previo aviso) el camp en Tsavo y el hotel en Mombasa en el que habíamos reservado suite con cocinero privado y todas las comidas incluidas aparece como habitación normal y sólo media pensión. Él promete arreglar todo. El Costillo que ya estaba algo mosqueado con esto y que ahora está más que cabreado con William por intentar tomarnos el pelo, se pone en contacto con la agencia en Holanda. La mujer flipa, pero flipa. Ella no tiene noticia del cambio de camp (que nos han justificado porque hay un problema con las vacas de los masais y los elefantes, que resulta que los masais han ido para allá, las vacas se comen lo que tendrían que comerse los elefantes, los masais atacan a los elefantes y éstos están de lo más agresivo. No es recomendable tener gente por allí). Nos jode, y mucho, porque allí teníamos un game drive nocturno. Nos aseguran que el otro camp, que es de los mismos dueños es igual de bueno, pero eso no quita que tendrían que habernos avisado. Ella nos confirma que efectivamente tenemos derecho a todo eso en Mombasa, y que estará al tanto para que sea como hemos reservado (y pagado, of course). Además, el Costillo le cuenta el “detallito” de William: hemos tenido que pagar por el game drive de hoy (mi Costillo, que es muy espabilado, se ha hecho el tonto al contárselo), para el combustible, no para el guía. Ella empieza a mosquearse. El Costillo le sigue contando que el guía nos había dado dos opciones. Ella le dice que nones, que la opción por la que habíamos pagado ya (con el resto del viaje) era justamente la que habíamos hecho. Él le cuenta que, según el guía, hay un gasto extra de combustible. Ella está que ya no puede creérselo, enfadadísima. El Costillo le dice que vaya arreglando los otros temas, que de ese se encargará él (aquí puso hasta cara de mafioso, que yo temblaba pensando que fuera a hacer algo... que pareciese un accidente).
Finalmente, tras tantas aventuras y negociaciones nos vamos a la tienda, nos damos una ducha y nos sentamos en la terraza a contemplar cómo trabajan los cientos de pajaritos que están haciendo nido sobre el río que tenemos enfrente hasta la hora de la cena. Oliver vuelve a recibirnos en el restaurante. Nos ponemos como el kiko y tras los cafetines de rigor nos volvemos a la tienda. Estamos agotados. Realmente, coincidiendo con los días que llevamos aquí, este ha sido un día diez. Seguro que esta noche dormiré a pierna suelta!!
Regresamos al hotel más que satisfechos, felices, radiantes, rebosando una emoción que difícilmente podremos olvidar. Decidimos tomarnos unos cafetines antes de ir a ducharnos y nos sentamos en el mismo lugar del día anterior, porque así, mientras bebemos podemos observar a los monos que no paran de pasar por encima de nuestras cabezas. Allí está el japonés más raro del mundo mundial (que parece salido de un manga), que se pone a hablar con nosotros, muy atento. Mientras charlábamos oímos un golpe seco y muy sonoro. Un monito se había caído al saltar de una rama a otra. Es muy pequeño y hay mucha altura, más de cuatro metros, desde la rama al suelo. Todavía no nos ha dado tiempo a reaccionar cuando aparece mamá mono y, a la velocidad del rayo, carga a su hijo en brazos y desaparece entre las ramas. Cuando volvimos a verles pasados unos minutos el pequeño iba tan agarrado que temí que pudiera llegar a arrancarle la piel a su madre. Pobrecillo! Ese árbol inmenso del que se ha caído nuestro amigo está rodeado por unas escaleras que llevan a una bonita terraza. Subimos hasta allí para contemplar las vistas y nos llevamos, en el mismo lote, no sólo un paisaje inenarrable sino también una sección de sexo, rapidita, eso sí, entre monos. También vemos a un mono de cara negra, que no sé porqué les llaman así y no hacen referencia a otros colores, digamos, más llamativos que tienen.
William viene para hablar de los “problemillas” con el programa, y que tienen al Costillo comiéndose un poco la cabeza. Nos han cambiado (sin previo aviso) el camp en Tsavo y el hotel en Mombasa en el que habíamos reservado suite con cocinero privado y todas las comidas incluidas aparece como habitación normal y sólo media pensión. Él promete arreglar todo. El Costillo que ya estaba algo mosqueado con esto y que ahora está más que cabreado con William por intentar tomarnos el pelo, se pone en contacto con la agencia en Holanda. La mujer flipa, pero flipa. Ella no tiene noticia del cambio de camp (que nos han justificado porque hay un problema con las vacas de los masais y los elefantes, que resulta que los masais han ido para allá, las vacas se comen lo que tendrían que comerse los elefantes, los masais atacan a los elefantes y éstos están de lo más agresivo. No es recomendable tener gente por allí). Nos jode, y mucho, porque allí teníamos un game drive nocturno. Nos aseguran que el otro camp, que es de los mismos dueños es igual de bueno, pero eso no quita que tendrían que habernos avisado. Ella nos confirma que efectivamente tenemos derecho a todo eso en Mombasa, y que estará al tanto para que sea como hemos reservado (y pagado, of course). Además, el Costillo le cuenta el “detallito” de William: hemos tenido que pagar por el game drive de hoy (mi Costillo, que es muy espabilado, se ha hecho el tonto al contárselo), para el combustible, no para el guía. Ella empieza a mosquearse. El Costillo le sigue contando que el guía nos había dado dos opciones. Ella le dice que nones, que la opción por la que habíamos pagado ya (con el resto del viaje) era justamente la que habíamos hecho. Él le cuenta que, según el guía, hay un gasto extra de combustible. Ella está que ya no puede creérselo, enfadadísima. El Costillo le dice que vaya arreglando los otros temas, que de ese se encargará él (aquí puso hasta cara de mafioso, que yo temblaba pensando que fuera a hacer algo... que pareciese un accidente).
Finalmente, tras tantas aventuras y negociaciones nos vamos a la tienda, nos damos una ducha y nos sentamos en la terraza a contemplar cómo trabajan los cientos de pajaritos que están haciendo nido sobre el río que tenemos enfrente hasta la hora de la cena. Oliver vuelve a recibirnos en el restaurante. Nos ponemos como el kiko y tras los cafetines de rigor nos volvemos a la tienda. Estamos agotados. Realmente, coincidiendo con los días que llevamos aquí, este ha sido un día diez. Seguro que esta noche dormiré a pierna suelta!!
Continuará...
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Día uno, aquí.
Día uno, aquí.
21 comentarios:
Una pasada de día Bira, pero el William se está pasando ya?? Menos mal que Costillo está con ojo avizor !!
Y lo del olor nauseabundo, ufff que mal.
Sabes?? la gran ilusión de mi vida que no he podido hacer TODAVIA es subir en globo, allí, mataría dos pajaros de un tiro eh???
Besos cielos, y ánimo, que se te nota que te falta un poquito no??
Impresionante el viaje. Impresionante las fotos.
Impresionante la narración.
Y...cacho cámara.
Un beso
tienes un premio en mi blog porque te lo mereces muaks
tienes un premio en mi blog pq te lo mereces muaks
ahora entiendo el título del blog.¡anda que no tienes tú bailao! no sabía que los leones eran tan mirados para sus cosas, anda que no se hizo de rogar el tío. Un abrazo
Mujer, tenían a elegir dos nombres:
Mono de cara negra
Mono de wevera azul
Y claro... en fin, ya sabes que los que ponen los nombres suelen ser ingleses, y son bastante puritanos, :P
Jjajajajajajjaja.
Ais, qué envidiaca me das... pero cosa fina, eh?
querida Negri(como Obama)
si yo fuera del National Geografic
no dudaba un momento en contratarte y mandarte por el mundo con la obligación de hacer fotos y después estupendos reportajes como los que tú nos cuentas,eres demasié(ya se que lo sabes pero por si hace falta)
te quiero miles como siempre
al Artista Multidisciplinar ultimamente poco disciplinado,amén
Anda que tu preocupada con dormir en una tienda jajaja yo hubiera estado igual, y eso que he dormido con amigos pero jobar no es lo mismo que dormir en medio de la nada con tanto bichejo rodeandote ehh pero bueno me alegro que la experiencia haya sido buena!!! aisss vaya manera de relatar viajes que tienes niña que poderio!! un besazo
Cari, aquí no falta en el título, el número 2 o algo... Es que al ver "Masai Mara" otra vez, por poco me lo pierdo, jajaja
La verdad es que si algun dia me voy de viaje me voy con el costillo y a ti te dejamos en casa, jajaja.
BEzis
Por una vez me quedo sin palabras y mudo por la envidia. Todos lo que veo en los documentales, tu lo has visto en carne y hueso.
Y las fotos impresionantes también...aunque pobrecita leoan con la cara llena de bichos
En primer lugar, gracias por seguir pasando por aquí a pesar de que las dimensiones de los post cada vez son mayores. Terminaré aburriendo hasta a las piedras, jeje.
CONXA, el William no era mal chico pero tocó en hueso. A buena parte con el Costillo. El olor era apestoso pero de verdad, lo peor que he olido nunca. Lo del globo, a ver si muerta, porque viva no me pillan, quita, quita. Besos.
JAVI, el viaje fue realmente impresionante. Una cosa es contarlo (ya sabes que resumo lo justo, jaja) y otra vivirlo allí, en vivo y en directo. He visto muchísimos documentales sobre estos países, sobre los animales, pero me pasó como con las Pirámides: tienes que verlo con tus propios ojos, da igual lo que te cuenten, porque nada les hace justicia.
Las cámaras... la del Costillo es buena pero la mía es una caquita de la vaca (aunque yo la adoro). Cuando veo los modelos de la misma cámara pero más megapixels de esos y más zoom me pongo loca, pero ya, es lo que hay.
NOELIA, ya no sé cómo agradecerte tanto premio, reina. Publicado está el post y el trofeo en su lugar en la vitrina. Gracias, tesoro!
YOYOYO, es que el título encierra mucho de lo que pretendo con el blog. Y sí, he bailado bastante y lo que te rondaré morena, si Buda no lo impide!
Se hizo tanto de rogar, que nos quedamos sin ver el polvo. Ains. Otra vez será.
CARABIRU, pues esa va a ser la razón, jaja. Qué bueno. Tranqui, que tú a mí me das envidia por otras cosas, como tu arte, tu saber hacer cosas con las tecnologías nuevas, los cuentos... y lo tuyo permanece, lo mío ya pasó
:(
HAQUILES, ya están tardando, pero nada no hay manera. Yo lo que quiero es que me contraten y viajar viajar viajar (según el sitio con mi propia comida, please) y luego contarlo, aquí o en el plató de salsa rosa, jaja, pero que me paguen los viajes y un sueldazo de caerse de culo para poder llevarte conmigo! Arsaaaaaaaaa.
SONIA, había dormido en tiendas más veces, pero digamos en sitios más... civilizados. Lo del saco lo llevo fatal porque me da claustrofobia. Afortunadamente allí lo de dormir se hace en cama, de las de verdad, y con sábanas planchaditas y agradables (esto no es por pija, eh, es que una va teniendo una edad). La verdad es que soy tremendamente exagerada pues el sitio no era para tener miedo, pero ya... dicen que el miedo es libre, no?
IAGO, cari, lo mismo me dijo ayer el Costillo: que no has puesto el día! Y yo, ya, pero es que me gustaba más así. Y ahora vienes tú y también me lo dices y no sé, pensándolo, a lo mejor teneis razón.
No os habréis puesto en complot para arruinarme la vida y largaros juntos al próximo viaje, no? porque la tenemos!! Aviso!
Que sepas que tu maldad no tiene límites, porque que quieras ligarte al Costillo, vale, mira, te lo llevas como si quieres envuelto en celofán... pero DEJARME A MÍ EN CASA no sé si te lo perdonaré. Hoy te quedas sin besos, ale.
ANSELMO, es que es eso, que estás viviendo como dentro de un documental. No puedes creer lo que hay ante tus ojos.
Los insectos son asquerosos. Si antes ya los odiaba ahora los requetecontraodio porque casi todos los animales están llenos de estos putos parásitos. Aaaaaaaarg no puedo con ellos.
Bessíssimos a todos y muchas gracias por pasar!
Me quedo absorte leyendo vuestras aventuras....
MIGUEL
Me he leído los dos post viajeros del tirón y los comento juntos. Impresionante, la verdad. Menudo viaje que te pegaste.
Besos.
Querida Bira, excelentes posts, me refiero especialmente a los viajes... me han encantao, el reportaje fotográfico muy bueno, es que con lo que me gustan a mi los animalitos...
Después de unos días de desconexión, por saturación del sistema, y no refiero al del ordenador, me he quedao nuevo, ya te contaré que he hecho un curso de masaje ayurvédico el finde. Así que dentro de nada volveré dando guerra!
Un besazo. Alberto
Ves como dormir en una tienda no iba a ser tan malo? Te has apuntado ya a los BoyScoutts de Utrech?
Qué curiosos somos los humanos, vemos a un felino herido y nos da una pena tremenda que caiga presa de otro animal... pero cuando vemos a la leona cazando no sentimos pena por el búfalo. Nos ponemos del lado del fuerte :-O Y me incluyo, es como si nos identificáramos con los cazadores y pensáramos que los demás son comida fresca y que están ahí para que los otros se alimenten.
La cantidad de animales es brutal y volvisteis a ver leones macho adultos!
Espero que todas estas cosas raras no os estropearan el viaje. Ahora empiezo a entender por qué ir dos veces al cajero en Nairobi... nosotros creo que gastamos 70-80 dólares en todo el viaje, estaba todo incluido y el tema souvernir como que tampoco nos llama mucho la atención.
MIGUEL, gracias. Eso me anima, porque todavía quedan unas cuantas. A ver si me pongo con ello, que el Costillo quiere leerlas (pero no me ayuda a hacerlas, el mamarracho, ains). Besos.
LAURA, vaya panzadas que te pegas, cari. Espero que no te de un jamacuco. El viaje fue de verdad impresionante. Besotes.
GAYSINLEY, muchas gracias. Las mejores fotos las hizo el Costillo, pero claro que su cámara es mejor (valen excusas, mi capitán?jajaja). Para los que nos gustan los animales es un viaje imprescindible sí o sí. Es como vivir un docuemental de esos de la tele, pero con la adrenalina a mil. Besotes.
JAAC, he dormido alguna vez en tienda y saco pero fue hace años y es que mi espalda, de verdad, no está para muchos trotes. Además de que ciertos bichos me dan pánico. Soy una cobarde o una estúpida, no sé, pero de verdad que tenía pánico.
Conste en acta que me da una pena tremenda cuando el felino caza a otro animal. Vamos, menos los insectos (imprescindibles, lo sé, pero no puedo con la mayoría de ellos) y las serpientes, me da pena el sufrimiento de todos los animales, pero de verdad que ver esa leona nos impresionó muchísimo. Claro que es lo que tiene vivir libre, que no hay nadie para llevarte al veterinario cuando lo necesitas, pero aún así...
En el Mara alucinamos con la cantidad increible de animales, de verdad Jaac que no podíamos dar crédito, porque una cosa son las fotos, que te muestran esa parte, pero cuando estás allí y haces un giro sobre ti mismo y mires a donde mires ves más y más animales no puedes creer lo que estás viendo. Es impresionante, de verdad.
Leones machos adultos vimos muchos, muchísimos y son impresionantes. De todos modos, a mí el que más me gustó de todos fue el que estaba en el kopje, que de verdad parecía el amo y señor del mundo.
Del viaje disfrutamos a tope, y ya sabes que tengo tendencia a exagerar en ciertas cosas. Lo cuento más como anécdota que como otra cosa, porque la verdad, qué te voy a decir a ti?, cuando estás allí lo único que quieres es disfrutar de cada instante.
Gastamos una pasta, pero es que era un viaje muy esperado y quisimos hacerlo por todo lo alto. Íbamos con todo incluido (las comidas, bebidas y eso), salvo en Nairobi, que íbamos sólo con desayuno y el agua en Tanzania, pero aún así entre las compras, cosas extras que te apetecen cuando haces paradas y otras cosas, se va la pasta más rápido de lo que viene, jeje. Y souvenirs nos trajimos como para una boda. Creo que debería hacer un post con eso. Y es que ya dice MamaCostillo que dentro de poco esta casa va a parecer un museo. Aparte, claro, de los regalos para la familia y algunos amigos, pero de eso no puedo poner nada, que todavía no se los he dado a los de España y si lo cuento aquí ya no hay sorpresa. Besos
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