sábado, 21 de febrero de 2009

Jueves, 25 septiembre 2008. Día 17. Mombasa I.



El desayuno se convierte en una fiesta con la llegada de Ginger, una preciosa gatita que me recuerda muchísimo a mi adorado Boo, su mismo pelaje y el mismito gusto por la buena comida. Nuestros queridos mininos han quedado en buenas manos. Nuestro vecino Alex y MamáCostillo se hacen cargo de ellos en nuestra ausencia. Sabemos que están bien, pero les echamos de menos, y al aparecer Ginger, tan coqueta, tan remolona, no podemos evitar pensar en ellos y en cómo reaccionarán después de tanto tiempo sin vernos. En especial Snake, que nunca, desde que está con nosotros, ha pasado tantos días sin nuestra presencia. Mientras tomamos un tercer o cuarto café (yo es que a veces pierdo la cuenta) y observamos a los pajarillos trabajadores de los que hablábamos ayer, nos quedamos muertos viendo cómo un mono se acerca sigilosamente al restaurante. Va a entrar. Seguro va a entrar!! Mira hacia un lado y al otro. No hay moros en la costa! Esta es la mía y zas se llena la boca y ambas manitas con croissants y sale como alma que lleva el diablo. Uno de los camareros llega justo cuando el animalico se va con su tesoro y el mono pisa el acelerador a fondo. Nosotros nos descojonamos, pero al camarero no le ha hecho nada de gracia. (poned atención en la foto, pues aunque esté muy oscura ahí está el monito planeando el ataque).

Salimos hacia recepción donde hemos quedado con un guía y un chófer que nos llevarán todo el día de excursión. El chófer no habla mucho, pero el guía es encantador. Se llama Kombo y nos va explicando absolutamente todo lo que vemos, responde a todas nuestras preguntas y tiene una amabilidad exquisita. En medio de la carretera el chófer se para y se baja del coche para coger un “fruto”(¿) de una planta. Nos explican que con esas cosas, en la fábrica que hay al lado de la carretera, producen un polvillo que después exportan a Europa y América, a grandes firmas, que utilizan dicho polvo para fabricar cosméticos. Anda la osa!

La primera visita inevitable nos lleva hasta el Arco de los Colmillos (imagen que abre este post) compuesto por dos pares de colmillos gigantes construidos en 1952 con láminas de metal remachadas. Es el comienzo de la Avenida Moi, de cuatro kilómetros de longitud, principal arteria de la ciudad en la que se hallan numerosos comercios de todo tipo, clubes, restaurantes, discotecas, cafés, teatros, en resumen la "movida" de Mombasa. Mombasa es la ciudad más antigua de Kenya, enorgullecida por su impresionante y extensa historia. Marcada en los mapas en el siglo II por el cartógrafo egipcio Ptolomeo. Más tarde, en el siglo XV, el portugués Vasco de Gama fue perseguido, pero otros portugueses volvieron a Mombasa y construyeron el Fuerte Jesús. Posteriormente, en el siglo XIX, los escuadrones británicos anti-esclavitud trajeron una nueva forma de imperialismo, hasta que llegó la independencia en el año 1963, así que algunas cosillas que otras sí que ofrece para ver. Eso sí, la imagen que me llevo es de una ciudad muy sucia, un tanto desastrosa, y llena a rebosar de todo, de gente, de vehículos, de puestos, de mercados, de todo, llena, llena, llena.



Kombo nos lleva de visita a un templo hindú, cuyas pinturas murales nos maravillan: muchísimo color, muchísima imaginación y todo, básicamente, para “reconducir” conductas a base de miedo. Yo, que soy muy antiburka y antidisfraces religiosos, me quedo prendada de las ropas de las mujeres que circulan por allí, que se detienen en alguno de los patios a cotillear, digo, a hablar de lo divino y de lo humano. Tenemos que entrar descalzos, y a pesar del calor que hace en el exterior, lo cierto es que el suelo está frío como el hielo. Hombres y mujeres rezan en salas separadas. Entramos en la de los hombres, que es inmensa. Hay alguno rezando, tirado en el suelo tan largo como es. Otros que dan vueltas alrededor del “altar” (disculpen la ignorancia, pero no sé cómo se llama el lugar donde están algunos de esos dioses) una y otra vez y otra vez. Más que rezando parece que estén subidos en un tiovivo. El edificio es inmenso y tiene varias plantas con distintas estancias, y todo, prácticamente todo, está profusamente decorado con esas pinturas, con diosas de siete brazos y dioses con trompa de elefante. Destacar que en Mombasa conviven pacíficamente musulmanes, hindúes, algún cristiano (creo recordar que Kombo lo era)... todo es posible!
















Desde allí salimos para el mercado. En el de carne, con todos los bichejos colgando de alambres infectos nos negamos a entrar. Yo me niego a entrar, vaya, porque el olor me parece insoportable. Pero en el de las verduras y las especias disfruto como una niña. Tienen todo dispuesto de forma bastante atractiva, y los colores y las formas de muchos productos llaman tu atención sí o sí. Hay unas mujeres que están trabajando con papayas. Lo hacen al más puro estilo del “trabajo en serie”, pero en plena calle: una la va pelando finita finita, otra le hace unos cortes, la siguiente hace otro tipo de cortes de tal forma que queda rayada como si fueran espaguettis, monísimo oigan! Kombo nos ha pedido que no hagamos fotos directamente a las personas, pues pueden sentirse ofendidos. Por educación y respeto no lo hacemos, pero yo me quedo con ganas de conservar documento gráfico de tan laborioso trabajo. En fin. Seguimos y así llegamos hasta una tienda de especias donde compramos alguna que otra cosilla y donde nos cuentan para qué usan cada cosa. Hasta una “viagra” natural tienen. Para que luego digan.

Regresamos al auto y nos metemos de nuevo en el tráfico infernal de la ciudad. Aquí, como en Cairo, cada uno va por donde mejor le viene. Vemos unos taxis muy curiosos aunque mi reacción es lenta y no consigo fotografiarlos completos. En nuestro camino aparecen mezquitas, contrastes tremendos de edificios, carros cargados hasta lo imposible en los que varios mozalbetes transportan la mercancía, los inevitables carritos de los vendedores de agua y gente, muchísima gente por todas partes, lo mismo que los puestecitos ambulantes donde puedes encontrarte de todo y más.

Continuará...

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7 comentarios:

Doctora dijo...

Qué crack el mono!.
Uff cuando he visto la foto del "fruto cosmético" creia que os lo habiáis comido.

/ dijo...

Gracias por dejarme compartir este viaje con vos, es maravilloso.

BESOS

Anónimo dijo...

Ay Birilla, yo pensé que el arco de los colmillos eran cuernos…¿Será el subconsciente? Yo tampoco hubiera entrado a los bichejos, me da pena verlos ahí, pero a las comidas zassss, de cabeza.
¿No te compraste ningún atuendo típico? Cómo me gustan estas cosas, y te puedo imaginar aguantando las ganas de sacar fotos a las personas; aunque a mí pasa en cualquier lugar, me pongo nerviosa y me salen movidas.
Eres una trotamundos. ¡Me encanta!
Besos reinona.
¿Compraste viagra natural? Nooo, no digo para el Costillejo, digo de recuerdo jiji

BIRA dijo...

DOCTORA, desde luego que era un crack, tanto que a la mañana siguiente habían cambiado la distribución de las viandas mañaneras, poniendo a la entrada los tanques de zumo, nada apetecibles para los monos, jeje.

El fruto no nos lo comimos. Es más, una vez en casa, cuando nos pusimos a ver las fotos, ampliándola, nos dimos cuenta que hay un pequeño habitante en su interior. Casi me da un yuyu!

besos

BIRA dijo...

STANLEY, es placer es mío al saber que disfrutas de nuestro viaje. Besotes!

BIRA dijo...

VIVIAN, tesoro!!, se supone que son los colmillos de un elefante, pero claro, imagínate el tamaño!!

Más que pena, lo que nos echó para atrás fue el olor pestilente que allí había. Me compré muchas cosas, pero ninguna para vestirme. Hasta ahí puedo leer.

Lo de fotografiar a la gente directamente, hombre, la verdad es que lo entiendo. A mí tampoco me gustaría que los turistas que llegan al país se pusieran a hacerme fotos, como si fuera una estatua. Por supuesto, si la persona consiente, es otra cosa. Pero allí en el mercado, Kombo nos dijo que mejor no hacerlo, pues algunas personas podrían ofenderse. Me quedé con las ganas, pero con la imagen de su destreza bien fijada en la retina.

Viagra natural no compramos, pero conste en acta que nos la ofrecieron, jajaja.

Besotes, cielo!

Anónimo dijo...

¡Hola Bira!

Me he escapado un rato, hoy nos toca visita y Ana se cabrea que esté leyendo...

Esto boquiabierto con las fotos del templo, ¡qué color! y las de las especies del puesto me ha hecho volar a algún zoco árabe...

ains, ¡qué viaje tuvisteis, me da mucha envidia sana!

MIGUEL