Sus Satánicas Majestades

Muchas veces me he preguntado si este adopo, que les acompaña desde tiempos inmemoriales, es debido a su forma de actuar y ver la vida, más bien poco ortodoxa, sus ropas irreverentes, sus coqueteos con las drogas, o más bien al pacto que parecen tener con el Diablo.

Hace casi dos años tuve la suerte de verles en directo (y digo suerte porque fue el año en el que se suspendieron sus conciertos en España y amigos míos que les siguen desde hace siglos se quedaron sin verlos; el año de la suspensión de la fecha prevista para su concierto en Holanda por la ya famosa caída del cocotero). No es que sean mi grupo favorito (que, por cierto, no sé muy bien cuál podría ser, pues son muchos los que me hacen disfrutar), pero no podré olvidar esa noche. Me gustan algunas de sus canciones, aunque no todas. Sin embargo, al Costillo le vuelven loco, y quizás me haya contagiado la "simpatía por los Stones". El Costillo, fan desde siempre, como os digo, había intentado verles en cuatro continentes, sin lograrlo en ninguna ocasión (a veces por el trabajo, otras porque resultaba imposible conseguir entrada, otras porque el Diablo las lía y quién sabe por que oscuras razones no podía ser). El caso es que esa vez sí consiguió las entradas y para allá que nos fuimos.

De entrada, decir que me sorprendió muchísimo la franja de edad de los asistentes. Pude ver desde un bebé que no tendría más de seis meses (con unos auriculares de protección más grandes que su tierna cabecita) hasta verdaderos ancianos con alma de rockero. Fue algo que me encantó. En estos tiempos en los que parece que debemos vivir en departamentos estanco en los que los viejos no pueden o deben mezclarse con los jóvenes, los blancos con los negros, los gordos con los flacos, allí estábamos todos, blancos, negros, chinos, gordos, flacos, altos, bajos, viejos, jóvenes, niños esperando disfrutar de un concierto que esperábamos inolvidable.

Y no nos decepcionaron. El escenario era monumental, con una inmensa torre a cada lado en la que habían ubicado asientos para el público (de precios astronómicos, todo hay que decirlo, y eso para verlos de espaldas casi todo el tiempo, que no sé yo si les saldría a cuenta). Nosotros teníamos asiento en primera fila, tan cerca tan cerca que pudimos ver las caries de Jagger y a Richards, antes del concierto, paseándose con todo el repertorio de camisas que luciría durante el mismo. El repertorio incluyó JJ Flash, It's Only Rock and Roll, Oh No Not You Again, Bitch, Sway, As Tears Go By, Streets Of Love, Tumblin' Dice, Night Time Is The Right Time, Slipping Away, Before They Make Me Run, Miss You, Rough Justice, Get Off My Cloud, Honky Tonk, Woman, Sympathy, Start Me Up, Brown Sugar, Can't Always Get What You Want y el imprescindible Satisfaction.

Mi cultura satánica es bastante pobre y se reduce, básicamente, a escucharlos cuando los pone el Costillo y a compartir con ellos cada nochevieja, donde ya es tradición en casa ver al menos un par de los conciertos que han grabado. Sea como fuere el caso es que no recuerdo otro concierto en el que haya disfrutado tanto. Ese pacto con el Diablo del que os hablaba les hizo darlo todo como si fueran o fuesen jovenzuelos de veinte años. Jagger, alias el spaguetti mecánico no paró de moverse a un ritmo infernal durante toda la noche. Richards demostró ser un virtuoso de la guitarra (incluso después de la caída). Su música me sorprendió, el espectáculo me sorprendió, pero la energía y vitalidad de estos abueletes me dejó sin habla. No pararon de bailar, saltar, cantar y tocar (cada uno a lo suyo) en todo el tiempo. Había una plataforma inmensa que atravesaba prácticamente el Amsterdam Arena de lado a lado a través de la cual el grupo se desplazaba para un contacto más cercano con el público y tocar un par de canciones en un mar increible de brazos y manos queriendo alcanzarles. Una vez que el grupo y sus instrumentos se encontraban en el escenario, Jagger, cual delantero centro del Ajax, volvió corriendo. Que yo me ahogaba sólo de pensar en correr todo ese espacio sin tregua, después de más de una hora de concierto. Todo esto sin dejar de cantar, con un directo que me pareció de lo mejor (no como esos grupos que te encantan en disco y cuando escuchas algo suyo en directo no puedes reconocerlo). Un lujazo.

Salí de allí amándoles y deseando encontrar a Belcebú para firmar con él idéntico pacto.

Aquí podéis ver algunas imágenes del concierto.